Keep the lights on (Ira Sachs 2012)


Película: Keep the lights on. Dirección: Ira Sachs. País: USA. Año: 2012. Duración: 101 min. Género: Drama. Interpretación: Thure Lindhardt (Erik), Zachary Booth (Paul), Sebastian La Cause (Russ), Marilyn Neimark (ella misma), Julianne Nicholson (Claire), Sarah Hess (Katie). Guion: Ira Sachs y Mauricio Zacharias. Producción: Marie Therese Guirgis, Lucas Joaquin e Ira Sachs. Música: Arthur Russell. Fotografía: Thimios Bakatakis. Montaje: Affonso Gonçalves. Diseño de producción: Amy Williams. Vestuario: Elisabeth Vastola. Distribuidora: Karma Film

Keep the lights on nos cuenta la relación amorosa de dos hombres, Erik y Paul a lo largo de una década. Nada nuevo se puede descubrir en cuestiones amorosas, ya que todas las relaciones nacen y mueren o se mantienen en el tiempo.

Erik, realizador de documentales, se enamora profundamente de Paul, un abogado de éxito, adicto a las drogas, que rehuye el compromiso desde el principio. Erik querrá avanzar en la relación, lo cual, y a la vista de la situación, le hará replantearse si merece la pena seguir, y en el caso de hacerlo a qué precio.

La historia discurre sin altibajos, plasmando con buen pulso, los comienzos de la relación, cómo esta va avanzando y manteniéndose en el tiempo (con saltos en el tiempo, viendo el transcurso de la relación durante diez años), cuando ya ambos conocen las miserias del otro, y deciden seguir juntos, dado el afecto que se profesan.

Erik será el que esté tirando del carro, Paul dejándose querer, pero al mismo tiempo resultando inasible, correoso, buscando destruirse, quizá porque no encuentra otra manera mejor de cortar por lo sano y refugiarse en su independecia, un castillo donde no ondee la bandera del compromiso.

Esa complejidad que caracteriza el alma humana, esa riqueza, la contradicción, esa escala de grises, en la que nos movemos a diario, es el gran valor de esta película, con una labor de los actores meritoria, tanto de Thure Lindhart como de Zachary Booth, tanto como la excelente dirección de Ira Sachs.

Más allá de ver en pantalla un amor entre dos hombres (que bien podría ser también entre dos mujeres, o entre personas de distinto sexo), lo que me ha resultado valioso es la sensibilidad que impregna toda la película, el amor del director hacia unos personajes de carne hueso, con los que resulta sencillo empatizar, dado que el amor sin espinas, no es amor.

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