Mi amor (Maïwenn Le Besco)

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Título original Mon roi
Año 2015
Duración 130 min.
País Francia
Dirección Maïwenn Le Besco
Guion Etienne Comar, Maïwenn Le Besco
Música Stephen Warbeck
Fotografía Claire Mathon
Reparto Emmanuelle Bercot, Vincent Cassel, Louis Garrel, Isild Le Besco, Chrystèle Saint Louis Augustin, Patrick Raynal, Yann Goven, Paul Hamy, Djemel Barek, Slim El Hedli, Lionnel Desruelles, Laetitia Dosch, Félix Bossuet, Giovanni Pucci, Michael Evans, Vincent Nemeth, Milagros Schmoll

Como dos púgiles, la pareja protagonista sube al ring a apalizarse. En un combate hay un fin determinado y sabemos el contexto. Aquí en los ires y venires de esta pareja de tórtolos, que no lo son, apenas sabemos nada de lo que hay detrás de las escenas o numeritos que montan, que los hacen pasar de lo exultante a lo insultante sin apenas transición.

Vemos que ella se prenda de él en una discoteca, donde él oficia de Don Juan nocturno. Ella trata de apartarlo de la noche, de sus amistades, de sus exnovias (cordón umbilical difícil de romper dado que una de estas exnovias, a la sazón de modelo de pasarela y porta de Vogue, se quiere suicidar y a un tris está de lograrlo, lo que exige la presencia de él). En resumen, trata de cambiarlo.

La película arranca con ella bajando una pista de sky, dándose un tortazo y destrozándose la rodilla. Luego se va mezclando el tiempo presente de la recuperación en un centro especializado (tiempo presente que dura mucho para lo poco significativo que resulta), con lo que sucedió antes del accidente.

El gran problema de la película es que tras el ruido y la furia no hay nada ni nadie. Ella grita, se desespera, se deprime se angustia, lo cual no cambia tras el embarazo y llegada de su hijo. Y no sabemos por qué. Él, descubrimos que ademas de un Don Juan toma drogas. ¿Y?. Nada de esto tiene relación directa con la relación que esta pareja tiene entre manos, donde todo resulta forzado e impostado. Para ellos relacionarse es más una cosa de mostrar lo que se quieren (como la celebración en el restaurante del cumpleaños del hijo), así que cada vez que están juntos las explosiones de júbilo están garantizadas, siempre con la participación de alguien que oficie de espectador. Luego, en casa, ven que no se aguantan, que no se soportan, pero curiosamente más él que ella trata de tirar para adelante, de mantener lo que tienen, de no separarse, de no divorciarse, aunque si de esto va el asunto me quedo con Días de vino y rosas. Allá más allá del trasiego etílico había una historia verdaderamente desgarradora y creíble. Aquí no. Aquí sólo hay postureo, agitar de brazos, exabruptos, mucha superficie y muy poca raíz. El resultado por tanto me ha parecido nefasto.

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