Intérpretes Fernando Fernán-Gómez (Mateo)
Emma Vilarasau (Irene)
Marta Etura (Clara)
Roger Coma (David)
Mónica García (Ana)
Guión Patricia Ferreira
Virginia Yagüe
Fotografía Marcelo Camorino
Música Varios
Montaje Carmen Frías
Año 2005
Esta película es de esas en las que hay que pertrecharse de pañuelos y vaciarse por la vía lacrimógena hasta quedarte seco como un bacalao en salazón, porque el tema de la película bien lo merece.
¿Cómo se supera, o se afronta la perdida de un ser querido?. ¿Olvidándolo, para no sufrir hasta la extenuación?, ¿Teniéndolo presente a cada rato, en todas partes?. ¿Atiborrando el cuerpo de pastillas para que el cerebro no rija y asuma lo ocurrido?
La película comienza con una reunión familiar en la que vemos a un abuelo, Mateo ,con su
El meollo del asunto es cuando David a consecuencia de un accidente, es arrollado de su bicicleta por un vehículo y fallece.
Cada cual debe afrontar entonces su dolor, librar su propio infierno particular, unos dando la espalda a la realidad, quitando de la vista todo aquello que recuerde al hijo ausente, como hace Irene, otros como Clara, no logran olvidar, y en cada rincón recuerda a su novio, sus palabras, su tacto, su presencia. Echa de menos no haber pasado más tiempo con él, para así haberlo conocido mejor.
Mateo, del cual David conoce todas sus historias, que las ha oído miles de veces y las cuales ha ido escribiendo durante años en un
Las interpretaciones son magníficas tanto de Enma Vilarasau, de Marta Etura como de Fernando Fernán-Gómez, con un poder de convicción que ponen los pelos de punta. Basta ver el rostro hinchado, ese dolor punzante que siente Enma Vilarasau (nominada a los Goya 2006, aunque no se llevó el premio, que bien se merecía). Las arias operísticas que suenan aún hacen más dramática la historia.
Patricia Ferreira con éste, su tercer largometraje ha hecho una película que aborda un tema espinoso y duro (similar al abordado por Nanni Moretti en La Stanza del figlio), sin caer en la sensiblería, con un rigor narrativo y una solidez visual e interpretativa encominable. Pero Patricia no habla solo del olvido particular, centrado en la muerte del jóven David, sino que también y a través de la figura de Mateo, reivindica, el recuerdo de todos aquellos que murieron por apoyar un gobierno legítimo (el de la República) que ganó unas elecciones, pero que luego a partir del 1936, cualquier relación con el mismo, suponía estar en el punto de mira, cuando no la muerte tras el paseíllo. La charla en la que David le explica a Clara sobre la arena de la playa lo que ocurrió en los años de la Guerra, aporta el grano político-reinvidicativo a la película. En mi familia nunca hablábamos de política, replica Clara (esta es otra forma de olvidar lo ocurrido, lo que no se habla = lo que nunca ocurrió).
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