Renee, la agente del FBI, por su parte, ya ha quedado contagiada por el «virus Bauer«, y si en el episodio anterior la veíamos realizar un interrogatorio fuera de los cauces habituales, sigue con la progresión desatendiendo órdenes de sus superiores. Además, ha sido denunciada por sus métodos y el Fiscal General pide su cabeza. Pero ella no es la versión femenina de Bauer, así que al intentar usar sus métodos se encuentra metida en un lío aún mayor.
El otro hilo es el de la muerte del hijo de la presidenta. Su marido, dispuesto a encontrar la verdad sobre lo ocurrido, sigue las pistas que le facilita Samantha, su nuera. De esa manera descubre lo que ocurre, más de lo que debería, por lo que se ve metido también en líos, hasta el punto de que quieren matarlo por lo que ya sabe y por lo que quiere saber. Y la mete a ella también en el fregado.
Por cierto, que en el FBI hay un topo, ya lo sabíamos, y que los guionistas juegan a la sospecha con el agente Sean Hillinger. En este juego entra también su compañera de trabajo, la agente Erika, que ha tenido algún rollo con Hillinger. ¿Habrá sido para sonsacarle información y acceso a niveles superiores? ¿Será ella el topo?
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