Esta vez Michael, al tarado jefe de esta tranquila oficina, que está siempre pensando en como animar a sus chicos, no se le ocurre otra cosa que retar a un partido de baloncesto a los del almacén, que trabajan justo debajo de ellos.
Sus intenciones son de lo más honestas, fomentar la competitividad, a la vez que dar una aliciente a sus trabajadores de soltar adrenalina y demostrar lo buenos que son. Vamos, el espíritu olímpico personificado.
Jim es el único que disfruta. Michael sigue con sus rastreras estrategias, pero demuestra que en el fondo es un auténtico pringado. Como siempre lo único que lograr es que salga a relucir su mezquindad, que siempre intenta ocultar con estrategias varias.
Los preparativos del partido son calamitosos, con constantes meteduras de pata de Michael, casi tanto como el propio partido, en el que también se (des)luce entre comentarios y jugadas ridículas.
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