Dirección: Michael Lehmann.
País: USA.
Año: 2007.
Duración: 102 min.
Género: Comedia romántica.
Interpretación: Diane Keaton (Daphne Wilder), Mandy Moore (Milly), Gabriel Macht (Johnny), Tom Everett Scott (Jason), Lauren Graham (Maggie), Piper Perabo (Mae), Stephen Collins (Joe), Ty Panitz (Lionel), Matt Champagne (Eli), Colin Ferguson (Derek), Tony Hale (Stuart).
Guión: Karen Leigh Hopkins y Jessie Nelson.
Producción: Jessie Nelson y Paul Brooks.
Música: David Kitay.
Fotografía: Julio Macat.
Montaje: Paul Seydor y Troy Takaki.
Diseño de producción: Sharon Seymour.
Vestuario: Shay Cunliffe.
Daphne, una madre cargante y absorbente infiere en la vida de sus tres hijas a las que no deja vivir en paz y tranquilidad, tratando de arreglar sus existencias con la sabiduría atesorada en sus 60 años. No se aplica mucho el cuento, porque según parece a ella no le ha ido especialmente bien. Su afán consiste en buscar pretendiente para su hija Milly, de modo que ésta no se quede para vestir santos. A tal fin pone un anuncio en una web y una noche se reúne con decenas de pretendientes. Jason es el que mejor nota obtiene; guapo, rico, arquitecto, educado, conservador. Esa noche en el local, donde pergeña las citas hay un grupo actuando y uno de los guitarristas, Johnny, se da cuenta de la movida y también quiere meter el morro. Así los dos mozos entran en la vida de Milly primero, y en su cuerpo después, porque mientras Milly trata de aclararse las ideas, de paso limpia también sus bajos, con las acometidas de uno y de otro, mientras deshoja la margarita, tratando de ver la luz al final del túnel entre tanto polvo.
Si hay comedias en las que se habla poco (Mr Bean es el más claro exponente de la economía verbal) y otras que ponen la inteligencia al servicio del entretenimiento y la búsqueda de la hilaridad, en ésta las actrices hablan por los codos. Daphne y su hija Milly son tal para cual, dos loros que no pueden estar un minuto sin dar la brasa, resultando unas cansa cuerpos con su verborrea irrefrenable.
La película es una tontería de ocho letras, con un humor que busca la sonrisa del espectador con algún brochazo que tiene como elemento el sexo. Así el perro se pone cachondo cuando en un monitor ve a dos personas teniendo sexo, Daphne la cual no ha tenido nunca un orgasmo lo encontrará con el padre de Johnny, los abueletes a los que Milly da clases de cocina se besarán contagiados por el amor de los más jóvenes. Es el sexo el único elemento humorístico de la película, nada más y lo cierto es que funciona poco y mal. Cuando se va por otros berenjenales es aún peor, como cuando Daphne sufre una laringitis y sus hijas dicen: cuando pierde la voz estamos a tres días de la gripe aviar. (¿qué relación hay entre una cosa y la otra?)
Cuando se busca el momento sensiblero, como la charla entre Daphne y Milli, la conversación no gira en torno a recuerdos de la infancia, sino que se habla de lo único: ¿qué se siente cuando se tiene un orgasmo?, le pregunta la madre a la hija. Hemos de entender que la madre se siente defraudada porque nunca ha tenido uno, pues su marido trabajaba de noche y decía a menudo que no tenía todo el día, así que cuando se reúne con sus vástagos es normal que acaben hablando de cual de ellas ha echado el mayor número de polvos en una noche (la novedad quizá esté en que sean mujeres y no hombres las que se mueven, actúan y hablan en esta película bajo un único pensamiento lúbrico).
Como es una comedia romántica dulzona ya sabemos que el final será feliz y su previsibilidad está implícita en su planteamiento. Hemos visto mil veces la misma historia, mucho mejor contada, más entretenida y tronchante: La chica se deja seducir por el glamour, el dorado de la tarjeta de crédito, los coches de lujo, las noches de hotel y viajes de fin de semana, pero al final en un momento de lucidez descubrirá que si quiere ser feliz tiene que oír a su corazón (o ir donde el corazón le lleve que diría Tamaro), pasar de su madre, y luchar por su sueño, sino quiere ser una desgraciada de por vida, aunque su pretendiente no sea mi muy rico, ni muy guapo, ni tenga una casa con estupendas vistas y conduzca una tartana y tenga un hijo que dice vágina y un padre activo sexualmente….
La turgente Mandy Moore da vida a Milly que no acaba de coger el punto a su personaje (lo cual viene a ser como andar sobre el hielo porque el guión es una tontería supina), si bien su belleza es evidente, y sus ojos preciosos.
A Diane Keaton no la veo en la comedia, carga con sus muecas y gestos, pero hace de esa madre un ser aborrecible en principio y algo entrañable al final y es que una buena actriz nada en cualquier agua. Los protagonistas masculinos, sonríen mucho, hablan poco y fornican bastante y cumplen bien en sus roles de príncipes azules.
Siempre en estas películas hay algún ser excéntrico como el señor que va a la consulta de la psicóloga Maggie, excusa perfecta para pergeñar algún chiste.
Piper Perabo, como una de las hermanas de Milly tiene un papel irrelevante, salvo mostrar su cuerpo en lencería, cuando toda la familia va a darse un masaje.
Hagan lo que quieran con su tiempo. El humor, es algo tan particular que alguno se partirá el eje viéndola (en el fotogramas de este mes Supersalidos obtiene una calificación muy notable, así que a saber, lo que para cada uno es el humor). Para mí esta comedia tiene muy poca gracia. ¿Por qué?. Porque lo digo yo 🙂 y punto (¿seguido?).
Mandy Moore American DreamZ
Gabriel Macht Una canción del pasado | The good Sheperd
Piper Perabo La caverna maldita | El prestigo, el truco final