Película: 127 horas.
Título original: 127 hours.
Dirección: Danny Boyle.
Países: USA y Reino Unido.
Año: 2010. Duración: 96 min.
Género: Drama. Interpretación: James Franco (Aron Ralston), Amber Tamblyn (Megan), Kate Mara (Kristi), Clémence Poésy (Rana), Kate Burton (madre de Aron), Lizzy Caplan (Sonja). Guion: Danny Boyle y Simon Beaufoy; basado en el libro “Between a rock and a hard place”, de Aron Ralston.
Producción: Christian Colson, Danny Boyle y John Smithson. Música: A.R. Rahman. Fotografía: Anthony Dod Mantle y Enrique Chediak.
Montaje: Jon Harris.
Diseño de producción y vestuario: Suttirat Larlarb.
Es imposible comentar esta película sin hablar de su contenido así que avisados están. 127 horas son las que pasa el montañista Aron en el Cañón del Colorado, suspendido a varios metros de altura, sostenido por un arnés, con un brazo atrapado por una piedra. Aron es un joven de veintipocos años amante de la aventura y el riesgo, que decide un fin de semana irse a practicar su hobby sin avisar a nadie de su paradero. Mal asunto. Cuando Aron quedé atrapado (la angustia del personaje me resulta similar a la que sufra el protagonista de Enterrado) y vea que no puede librarse, el tiempo correrá en su contra. El agua escaseará y sus fuerzas menguarán, así que ante semejante trance el ser humano a menudo debe hacer actos inenarrables para lograr sobrevivir.
A priori la historia no parece dar mucho de sí, pero como sucedía en la película de Rodrigo Cortés, ese espacio cerrado, casi único, casi sin presencias humanas, salvo la del protagonista, dueño y señor de la hostoria, da mucho juego, merced al talento del director, Danny Boyle. De esta manera, los minutos pasan casi sin darnos cuenta, un tanto estresados y finalmente sobrecogidos. Si en Buried era un móvil, aquí es una cámara de video, que le permite a Aron pergeñar lo que podría ser su testamento audiovisual, recogiendo esos momentos que bien podrían ser los últimos de una vida humana. La soledad, la sed, el hambre, el cansancio llenan la cabeza de Aron de recuerdos, de momentos vividos, de escenas a olvidar, de caricias en noches cálidas, abandonos, principios de algo, mimbres que conforman las vidas de cualquiera.
James Franco en la piel de Aron está soberbio, él solito se echa el peso de la historia en los hombros y sale airoso. Su interpretación conmueve. Los premios que le caigan los tiene merecidos.
Salvo unos minutos un tanto sangrientos, que horripilan, el resto de la película es apta para todos los públicos. 127 horas demuestra lo que ya sabemos, que el instinto de supervivencia nos lleva al borde del precipio, pero siempre anhelamos un mañana, otro amanecer….
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