Dirección: Andrew Stanton.
Reparto: Ben Burtt (WALL·E/M-O), Elissa Knight (EVA), Jeff Garlin (Capitán), Fred Willard (BnL CEO/Shelby Forthright), John Ratzenberger (John), Kathy Najimy (Mary), Sigourney Weaver (Computadora).
Guión: Andrew Stanton y Jim Reardon; basado en un argumento de Andrew Stanton y Pete Docter.
Producción: Jim Morris.
Música: Thomas Newman.
Montaje: Stephen Schaffer.
Diseño de producción: Ralph Eggleston.
USA 2008
Disney se ha apuntado este año, una vez más, a pegar la campanada en el campo de la animación con esta película que, de momento, ha sido la gran triunfadora en su campo. Es por ahora la gran y casi única favorita al Oscar a la Mejor Película de Animación (ya está en la shorlist de 14), pero aparece también en las quinielas en otras categorías, que puede que consiga, como pueden ser mejor guión original, canción o banda sonora.
En cualquier caso, consiga los premios que consiga, la película es muy entretenida, tanto para niños como para mayores. Tiene su dosis de conciencia social, pues plantea una Tierra futura donde la contaminación y la propia basura ha obligado a los humanos a partir hacia las estrellas para sobrevivir.
En ese mundo, y únicamente acompañado por una cucaracha cojonera, una especie de Pepito Grillo que sólo aporta compañía, se desenvuelve Wall-E, el último vestigio de una horda de maquinaria destinada a recoger, empaquetar y amontonar la basura esparcida por todas partes.
Wall-E vive a su aire, recargando sus baterías solares, clasificando objetos que encuentra y ve útiles, cuando, de repente, aparece en su vida Eva, un robot destinado a clasificar y comprobar como van las cosas por la Tierra. En un principio parece una amenaza y Wall-E, enamorado desde el primer momento en que la ve, la adora y teme a un tiempo. Después encuentra en ella a una amiga y cuando parece que puede que algo más, un desenlace desafortunado para Wall-E trunca su relación. Eva es trasportada por una gran nave más allá de nuestra galaxia y el intrépido Wall-E hace lo imposible para seguirla y rescatarla del sueño al que se ha visto inducida.
Como veis, una de las máximas de Disney, el amor, también está presente. En su afán de humanizar las cosas, esta vez el amor se da entre dos robots creados para servir al hombre sin hacer preguntas. Curiosamente, la película no tiene prácticamente diálogos entre ambos, pues sus funciones les llegan para únicamente articular unas cuantas palabras, pero está muy lograda su transmisión de sentimientos.
Estos robots son mucho más “robóticos” que los que pudimos ver en la peli Robots, o Cars, que eran también máquinas al fin y al cabo, pero Wall-E recuerda irremediablemente a otro famoso en su especie, Cortocircuito.
El mensaje de la película también previene de los problemas de la falta de ejercicio y de que nos lo den todo hecho, con esa humanidad deshumanizada y fofa, a los que las máquinas les hacen todos mientras ellos viven reclinados en sus butacones.
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