Una joven acaba su entrenamiento de balonmano y coge la moto para ir a buscar a su hermano pequeño. En un semáforo desde un coche, unos jóvenes le dicen algo, ella contesta y al final les hace una peineta. Los jóvenes parecen no poder dejar pasar por alto semejante desplante, la siguen, la persiguen, la interceptan y la agreden. Y por supuesto todo esto lo graban, para después seguramente reproducirlo y cerciorarse de que su masculinidad no se ha visto puesta en entredicho.
Una situación que se repite demasiado a menudo. Agresiones físicas, sexuales, en las calles de una ciudad, cuando ni siquiera es medianoche. Un sentimiento de impunidad que refuerza estos comportamientos abyectos.
El cortometraje nominado para los Goya, rodado en gallego, de poco más de doce minutos de duración, dirigido por Álvaro Gago e interpretado por Cris Iglesias va directo al grano, nos sirve una agresión, que resulta brutal por lo inesperado, por lo gratuito, por lo sencillo que resulta, por lo traumático que deviene para la víctima y lo poco o nada que lo hecho da que pensar a los agresores.