Dirección: Félix Viscarret.
País: España.
Año: 2007.
Duración: 108 min.
Género: Drama.
Interpretación: Alberto San Juan (Benito Lacunza), Emma Suárez (Nines), Julián Villagrán (Lalo), Violeta Rodríguez (Ainara), Luz Valdenebro (Pauli), Amparo Valle (tía Encarna).
Guión: Félix Viscarret; basado en la novela «El trompetista del Utopía» de Fernando Aramburu.
Producción ejecutiva: Cristina Huete.
Música: Mikel Salas.
Fotografía: Álvaro Gutiérrez.
Montaje: Ángel Hernández Zoido.
Dirección artística: Gustavo Ramírez.
Vestuario: Laura Renau
Los personajes estrafalarios pueblan las carteleras y alimentan el celuloide. No puede ser de otra manera, si no hay exceso no hay atracción. Nula gracia hay en personas grises, paradas, acomodaticias, comunes. Felix Viscarret con esta ópera prima echa mano de unos personajes singulares para contar una historia que si no es nada novedosa, se ve con interés, gracias a unos interpretes, como Alberto San Juan que está sembrado, Julián Villagrán y la infante Violeta Rodríguez que hacen creíble esta tragicomedia. Peor está Emma Suárez que no acaba de cogerle el punto a su personaje, y no sabe cuando tiene que reír o llorar y lo que es peor por qué.
Benito Lacunze, Beni Lacun, en el ámbito artístico, donde se gana la vida como trompetista tocando en locales en Madrid, recibe una llamada del pueblo Estellés, que le informa de que su padre está en las últimas y que debe apurarse ante la inminente defunción.
Pauli, la pareja de Beni, le come la oreja diciéndole que se apresure, o le soplarán la herencia delante de sus narices.
Benito llega a Estella (pueblo navarro ubicado a medio camino entre Logroño y Pamplona), donde se encuentra con su tía. Saluda a su padre yacente y va a visitar a su hermano Lalo que vive en el pueblo, dedicado a la escultura hecha con metales, de ahí que le apoden El Hierros.
La historia del reencuentro familiar consecuencia de un entierro y un trágico accidente posterior de coche que marcará un antes y un después es algo que hemos visto en la reciente Días Azules. Una vez el padre fallece, Benito se reecuentra con Nines (Emma Suárez) a la salida de la iglesia. Poco despúes conoce a la hija de esta, la retraída Ainara, que vive asilvestrada, sin escolarizar y rodeada de mierda, pasando las horas entre caladas. Benito conecta al instante con la joven y quiere ayudarla (manteniendo entre otras cosas su vicio de fumar).
La historia se mueve con pies de barro entre la incredulidad y la verosimilitud. Los personajes llevados al límite corren el riesgo de ser grotescos, meras caricaturas de corchopan que parloteen sin generar en el espectador ninguna emoción. Este riesgo se soslaya con una desnuda puesta en escena, que va despojándose de todo artificio hasta llegar a la médula de la historia; la necesidad de amor a toda costa. Benito va mudando en este «tour de force» su carácter arrabalero, pendenciero e inasible hasta una toma de conciencia, posibilitada por el aluvión de defunciones que debe encajar, sin quebrarse, crucial y hermosa es la escena en la que deja su trompeta sobre el féretro y se despide tanto del muerto como de Beni Lacun, al cual para él ya es historia.
Lo que no encaja tan bien es la disonancia entre el mundo urbanita y el rural. Benito llega a Estella y despotrica de los lugareños, de su rudeza y simpleza e incluso se lleva una somanta de palos de un grupo de veinteañeros que no ven con buenos ojos que éste en un bar eche pestes contra la gentuza de ETA que acaba de cometer un asesinato.
Funciona mucho mejor la relación entre Beni y su hermano Lalo, un ser autodestructivo, cargado de buenos sentimientos que como una soga al cuello lo van lastrando hasta hacerlo desaparecer bajo su bonhomía mal entendida. Igualmente la relación que se establece entre Beni y Ainara funciona y se consolida gracias a pequeños detalles, paso a paso; una comida, una excursión a coger cangrejos, un baile, una calada, un paseo en tractor, etc.
Uno de los males del cine español es que muchas veces los diálogos no resultan nada creíbles, vemos a gente hablando pero lo que dicen y como lo dicen no resulta nada convincente. En esta película su gran acierto es que los diálogos beben de las calles, Benito habla como la hace cualquiera que vea la película, a pesar de sus salidas, de ahí que cuando charla veamos un tipo patético, descarriado, festero y reconocible que acaba cayéndonos bien, pues escena a escena, va despojando su alma capeada, para mostrarse tal como es, guiado por sus acciones más que por sus palabras que como las notas de su trompeta se las lleva el viento.
Bajo las estrellas, que nace como una rareza, que puede ser vista por cualquier espectador, atesora una historia tan hermosa en esencia y una interpretación de Alberto San Juan (sin duda ya podemos afirmar que es uno de las grandes actores españoles. Coincide por cierto de nuevo con Emma Suárez tras Horas de Luz) tan soberbia, más allá de sus lograda poética visual, que sería una pena no verla.
Hemos de alegrarnos de que esta miríada de directores españoles noveles hayan hecho este último par de años películas tan interesantes como La distancia, Mia Sarah, AZulOscuroCasiNegro, La noche de los girasoles, Ladrones, El orfanato, El niño de barro, a la que sumar Bajo las estrellas.
César Vea, uno de nuestros actores riojanos más afamados, tiene un pequeño papel como El pistolas.