Dirección: Alejandro Monteverde.
País: USA y México. Año: 2006. Duración: 93 min.Género: Drama.
Interpretación: Eduardo Verástegui (José), Tammy Blanchard (Nina), Manny Perez (Manny), Ali Landry (Celia), Angélica Aragón (madre), Jaime Tirelli (padre), Ramón Rodríguez (Eduardo), Lukas Behnken (Johannes).
Guión: Alejandro Monteverde, Patrick Million y Leo Severino.
Producción: Sean Wolfington, Alejandro Monteverde, Eduardo Verástegui, Leo Severino y Denise Pinckley.
Música: Stephan Altman.
Fotografía: Andrew Catalogo. Montaje: Fernando Villena.
Diseño de producción: Richard Lassalle.
Vestuario: Eden Miller.
Como ese bisturí eléctrico que Juan José Millás comenta en su libro “El Mundo” hay también palabras que al tiempo que hurgan en la herida, la cauterizan.
En un lapso de tiempo de unas pocas horas, un hombre y una mujer, compañeros de trabajo, se confesarán mutuamente, exorcizando sus fantasmas personales y logrando esa catársis que hará menos doloroso el paso por tierra firme, si él finalmente logra su propósito de cambiar una vida por otra.
José es un futbolista que va a fichar por un gran equipo. Ya se ve forrado, tanto él, como su manager. Luego lo vemos años después por las calles de Nueva York, ocultando su bello rostro tras una poblada barba, como si esa maraña de pelo le sirviera de escudo, permitiendo así ocultar su tez y preservar su faz, o su pasado.
A José le ocurrió algo traumático que luego se desvelará. Del estrellato José pasa al estrellazo y trabaja en el momento presente como chef en un restaurante regentado por su perfeccionista hermano Munny.
Una de las empleadas del restaurante, Nina, tras llegar varias veces tarde a trabajar, es despedida. José sale entonces a la calle a conversar con ella, la acompaña al metro, la arropa, y ambos, ese mismo día inician un camino de no retorno, trazando con manos trémulas esa línea que separará el pasado del futuro, y que les permitirá vivir sus vidas con otro brío, toda vez que sus miedos y pesadillas se hayan minorado, libres del ancla del dolor, a flote con el empuje del amor (perdón por la cursilería, pero La vida es bella, y bello es el amor, y Bella se titula la película, así que espero toleren esta sobredosis de azúcar, al menos en este párrafo).
La propuesta resulta interesante: dos personas que apenas se conocen, más allá de los ratos compartidos en su lugar de trabajo, pero que por casualidad acaban conociéndose a fondo, haciendo un repaso a sus vidas, iluminando las zonas más sombrías, esas que necesitar ser habladas para poder sanar la herida, anhelando, cómo no, obtener algo de amor, todo ello bajo el formato de una “walk-movie”, compartiendo los protagonistas el paisaje urbano y familiar.
Entre los peros que le haría a esta película son su tono telenovelero, sus diálogos de escaso mordiente (mucho palabrería estéril, en un película donde prima la concisión), un protagonista, Eduardo Verástegui, que además de guapo (un sex-symbol en México y quien sabe si también en España tras su estreno) es un sosainas, sus moralinas, con reflexiones apenas esbozabas con un par de trazos (baste ver la escena del cliente y el regente de un establecimiento, similar a la vista en Crash esbozando problemas raciales, la insolidaridad de Munny con sus empleados, caricaturizando a los jefes despóticos, o el hecho de que a José le den unos dólares mientras permanece sentado en un bordillo, al confundirlo su benefactor con un indigente, por no hablar de los “valores familiares” “la religión omnipresente”, o la defensa a ultranza a la vida, en contra del aborto, por no hablar mensajes como «Dios me cerró los ojos, ahora puedo ver«.
Hay películas cuyas subtramas resultan más interesantes que las principales. Así el momento en que José se reconcilia con su hermano con unos simples codazos, las miradas de tristeza y de alegría de Nina, el andar abatido del protagonista calle abajo, en contraste con su gallardía inicial: Son esos momentos los que mejor funcionan, sin duda mucho más, que los chistes del padre de familia (al que Nina califica como un ser extraordinario tras haber intercambiado unas pocas palabras con él), las ocurrencias del hermano tarambaina y vividor y sus chascarrillos a la hora de comer, las reprimendas de la madre tratando de poner orden en el seno familiar interfilial, o las bendiciones pre-comida, momentos todos ellos donde la historia se empobrece malamente.
Creo que Bella, es de esas películas que te pueden coger el corazón y dejártelo hecho una pasa, o quizá no, todo depende de si la historia te toca o simplemente te roza, como me ha sucedido a mí. En todo caso el haberlo visto doblado no ayuda, nada, porque parece ser que Eduardo, tuvo que ponerse las pilas con el inglés, y no sabemos cuando habla inglés, y cuando castellano, en las escenas familiares.
No obstante su falta de pretensión, el anhelo del director, Alejandro Monteverde, por contar una sencilla historia de amor, vía redención, tratándose de una ópera prima, con algunos momentos dramáticos que impactan por su desgarro (pero muy lejos Mystic River, una obra magna de la representación del dolor) no me obligan a proclamar sus escasas virtudes a los cuatro vientos, pero conozco mil maneras peores de gastar 6,30 euros.
Además, en la última fila y yendo bien acompañado, no hay película mala.