Esta es una serie pastelorra ambientada en las montañas del Norte de California. Para los que no estén muy habituados a la cartografía californiana, no son las idílicas zonas playeras que vemos en otras películas, sino una dura zona cubierta de nieve y con un tiempo atroz. Por esa parte de la ambientación, parecería casi Doctor en Alaska.
La protagonista, de cuya vida iremos poco a poco conociendo cosas, es una enfermera guapísima (se pasan el primer episodio diciéndoselo cada vez que se encuentra a alguien nuevo) que huyendo de su anterior vida en Los Ángeles, acepta un trabajo en la población de Virgin River, título original de la serie, traducido en España porque… sí.
Es un culebrón típico de un pueblo pequeño en el que cada cual tiene su pasado más o menos oscuro, su forma de ser que es difícil de cambiar y la tecnología no les ha calado demasiado aún.
Está basada en una saga de novelas que no he tenido ocasión, si tendré aguante para leer, que parece ser la típica colección de novelas rosa. Sí, son en sí una colección porque hay bastantes.
Ya sabéis lo que se puede esperar de esta serie, no hay muchas sorpresas en cuanto a la forma de transcurrir la acción ni hay grandes giros de guión, no es de ese tipo. Los personajes que salen mirando hacia los lados, ya sabemos que tienen algo que ocultar y lo que ocultan lo vamos viendo en pequeñas escenas intercaladas a lo largo de la serie, sobre todo con los flashback de la pareja protagonista.
Lo que sí destacaría es que, a ritmo lento, pero los personajes evolucionan. La distante enfermera, la metomentodo alcaldesa, el despreocupado barman, el cascarrabias médico,… todos van avanzando en su forma de ver las cosas y poco a poco intuimos cambios en su forma de ser.
No es una serie para pensar, ni para sorprenderse, ni para llorar, es para dejarse llevar y vivirla de forma ligera y calmada. Las formas de vida de las gentes de esta américa profunda, se ven bien plasmadas.