Dirección Eric Rohmer
Producción Françoise Etchegaray Margaret Menegoz
Guion Eric Rohmer
Música Philippe Eidel
Sonido Pascal Ribier
FotografÃa Diane Baratier
Montaje Mary Stephen
Protagonistas Melvil Poupaud Amanda Langlet Gwenaëlle Simon Aurelia Nolin Aimé Lefèvre Aimé Lefèvre
Evelyne Lahana Yves Guérin
Año: 1996
PaÃs: Francia
Cuento de verano forma parte de la tetralogÃa de las estaciones de Rohmer. Es la tercera de ellas. Al igual que las anteriores el elenco lo integran cuatro personajes. Un hombre y tres mujeres. El hombre se llama Gaspard, y las mujeres Margot, Solene y Lena.
Gaspard es un joven veinteañero que llega en un ferry a un pueblo costero para pasar unos dÃas de vacaciones alojado en la casa que le ha dejado un amigo, donde se encontrará con su novia Lena. Como ésta no acaba de llegar, hace Gaspard amistad con Margot que trabaja como camarera. En largos paseos Gaspard y Margot se irán conociendo. Entre ellos de inicio solo hay amistad. Mientras, inopinadamente entre Gaspard y la sensual Solene surge el chispazo amoroso. Solene acaba de dejar a dos chicos, está libre, y a bordo sube Gaspard, el cual no tiene claro si lo hace convencido o es una forma de hacer más agradable el advenimiento de su amada. Como buen marino, al menos en lo musical Gaspard, quien compone canciones naúticas, tiene un amor en cada puerto.
Lo interesante de la pelÃcula es como Rohmer merced a un trabajado guion, con esas conversaciones que se traen los personajes -porque la pelÃcula no puede ser más verborreica- donde no hay lugar para los silencios, los persojanes hablan sin parar, se cuentan sus cosas, sus desvelos, sus sueños, su pasado, su presente, su incierto futuro. Y se centra exclusivamente en esos momentos que preceden al noviazgo donde todo son dudas, donde uno teme dar un paso en falso, donde todo son incertidumbres, exaltaciones, donde como dice Gaspard, se ve obligado a actuar, a ser otro yo, con el cual cortejar a su idealizada amada, pero eso debe conciliarse a su vez con las parcelas de libertad que quieren preservar cada cual, con sus compromisos familiares, con el miedo a comprometerse, con aferrarse a alguien y dejar de lado a otros u otras. Porque Gaspard, nada afortunado en amores ve como de repente en su corazón hay dos mujeres dando codazos para quedarse, dos mujeres dispares, opuestas, cada una encantadora a su manera; una puro intelecto y mala leche y la otra carnal, decidida, más artista. Y es que Gaspard se ve prendado por las dos, porque le gustan mucho ambas, dado que no existe la mujer ideal que aglutine todos los dones, y lo que a una le sobra la otra adolece.
Pero más allá de este continuo deshojar la margarita, de ir de flor en flor, en esta continua incertidumbre, está Margot que escucha a veces en calma y otras enojada los devaneos amorosos de Gaspard, apoyándolo, sin juzgarlo en exceso, como un convidado de piedra, que no deja de ser finalmente juez y parte, al tiempo que amor platónico y por ende imposible. Rohmer plasma a mi entender con sumo acierto lo complicado que es racionalizar el amor, hacerlo fÃsico y transparente, sacarlo de los corazones donde reside, ser capaz de verbalizarlo sin caer en la contradicción, en el patetismo, en lo irrisorio, porque en este campo ni tenemos todas las respuestas y nos sobran casi todas las preguntas.