En su andadura descubren unas plantas y más tarde una cascada en la que solazarse y recuperar sus maltrechos cuerpos. Desnudos en el agua ven como sus prendas desaparecen. Descubren entonces a unos humanos primitivos vestidos con pieles. Al rato son atacados por unos simios belicosos que los hacen prisioneros.
De esta guisa George se comunica con la simia buena y comprensiva, ambos se entienden, empleando el mismo lenguaje, lo cual trae de cabeza al doctor Zaius, que odia y teme a George, por lo que éste tiene de especial y de raro. Es algo que no puede explicar. ¿una mutación? ¿el eslabón perdido? ¿por qué ese humano es capaz de hablar, de razonar?.
La película que en breve cumplirá 40 años, data de 1968, resulta de lo más entretenida. Heston está impresionante, la labor técnica es impagable, secundada por una brillante partitura de Jerry Goldsmith, original y asfixiante, que arropa con éxito los momentos cenitales. El maquillaje de John Cambers es para darle de comer aparte, por su excelso trabajo y fabulosa caracterización de las criaturas simiescas.
Una película muy recomendable que supera con creces y está a años luz de la revisión que hizo Tim Burton en 2001.