El rey tuerto (Marc Crehuet)


Dirección: Marc Crehuet
Guión: Marc Crehuet
Año: 2016
Duración: 87 minutos
País: España

En El Gorgias de Platón se reflexiona acerca de si es peor soportar una injusticia o cometerla. Sócrates creía firmemente en lo primero. Tanto que le costó la muerte que aceptó sin objeciones. Y en este diálogo platónico pensaba cuando veía esta original, hilarante y muy negra comedia de Marc Crehuet, pues se encuentran sin pretenderlo en una misma mesa dos parejas, donde ellos se conocen, aunque no lo sepan, dado que uno, David, trabaja como antidisturbios y recientemente ha reventado el ojo a un manifestante, y el otro, Ignasi, es ese manifestante que ha perdido un ojo que tapa con esparadrapo y que deviene amedrentado. A la media hora ya están las cartas sobre la mesa y el agredido decide irse con su mujer pues no puede soportar la presencia y las maneras de su agresor, que parece estar muy a sus anchas con su proceder, pues según parece es de los que prefieren cometer una injusticia (aunque sea en el marco laboral) a soportarla. Por medio se recoge el discurso de la crisis allá por 2008, cuando los políticos decían que la ciudadanía había vivido por encima de sus posibilidades. Lo decían, no lo olvidemos, gente como Blesa o Rato y otros políticos que vivían a cuerpo de rey y que no se caracterizaron precisamente por su austeridad, ni su ejemplaridad.
La película adopta un tono teatral, siempre rodada en interiores. Cuando la pareja abandona la cena a la media hora de la proyección me preguntaba por dónde irían los tiros. Ahí viene lo bueno, porque la pareja agraviada aprovechando que a David le ha abandonado Lidia, su mujer, harta ya de sus arrebatos de cólera y de su nulo arrepentimiento, ve en este desaguisado sentimental la oportunidad de vengar la ofensa, meterse en la cabeza de David y trastornarlo y para ello nada mejor que abrirle los ojos, hacerle ver el engaño en el que vive, extiparle las ideas que han solidificado ya en su cerebro, llevándose a cabo un giro sorprendente y disparatado.
La película se sostiene gracias a unas interpretaciones muy buenas, en especial destacaría la de Alain Hernández, como David, a un guión inteligente que depara secuencias sorpresivas, donde se solapan y enmarañan la comedia y el drama, la crítica social y la violencia ciega, y momentos en los que a veces sí creo que se abunda en lo panfletario y que en una secuencia determinada me recuerda al episodio piloto que rodó Koldo Serra, Distopía, cuando acontece el secuestro y las soflamas que se vierten son muy parecidas. Ahí es interesante lo que dice Lidia, haciendo autocrítica, aunque siempre es interesante ponderar las cosas y no meter todo en el mismo saco de cara a justificarlo todo y escurrir así el bulto en una corrupción que se cree y muchos la quisieran generalizada.

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