Película: El último desafío. Título original: The last stand. Dirección: Kim Jee-woon. País: USA. Año: 2013. Duración: 107 min. Género: Acción, thriller. Interpretación: Arnold Schwarzenegger (sheriff Ray Owens), Forest Whitaker (agente John Bannister), Johnny Knoxville (Lewis), Rodrigo Santoro (Frank), Jaimie Alexander (Sarah), Luis Guzmán (Mike), Eduardo Noriega (Gabriel Cortez), Peter Stormare (Burrell), Zach Gilford (Jerry), Genesis Rodriguez (agente Ellen Richards), Harry Dean Stanton. Guion: Andrew Knauer. Producción: Lorenzo Di Bonaventura. Música: Mowg. Fotografía: Kim Ji-yong. Montaje: Steven Kemper. Diseño de producción: Franco Carbone. Vestuario: Michele Michel. Distribuidora: DeAPlaneta.
El sobradamente conocido Arnold Schwarzenegger estuvo unos años ausente del cine cuando entró en política y fue nombrado Gobernador de California, allá por el año 2003. Ahora que ya ha dejado ese cargo, ha vuelto al cine de nuevo. Lo vimos figurar en Los mercenarios donde tenía un papel testimonial y en 2013 ha vuelto por la puerta grande.
Proyectos no le faltan para este año y venideros, si hacemos caso de la información que nos proporciona IMDB.
El último desafío es la película de la que quiero hablar, donde Arnold Schwarzenegger retoma el protagonismo casi absoluto . La película no es un derroche de originalidad, ni nada parecido. Más bien es un producto burdo, palomitero y convencional donde los guionistas han tirado de clichés y refritos varios de otras tantas películas del genero para presentarnos a Ray, un Sheriff de un pueblo estadounidense próximo a la frontera con México, el cual ha recalado allá tras dejar Los Ángeles, habiendo salvado su vida por los pelos a resultas de una balacera, buscando en ese pueblo la tranquilidad y relajo que vendrá a dinamitar la fuga de un traficante mexicano, Gabriel Cortez, quien logrará fugarse en suelo americano y que buscará cruzar la frontera, precisamente atravesando el pueblo donde vive nuestro Sheriff, el cual, sumando a su valentía, inteligencia y arrojo el buen hacer de dos agentes de policía, la ayuda de un preso que es liberado para aunar esfuerzos y la de un pirado de las armas, que ve pintiparada la ocasión, para pasar de su estatus de civil al de policía, montan un dream team convertido en un ejercito capaz de frenar el avance de cualquier enemigo.
El malo de la película es el actor español Eduardo Noriega (entiendo que quien lo haya visto en Tesis tenga claro que con la cara de loco que pone, Eduardo puede, apenas sin forzar, interpretar o poner rostro a cualquier serial killer que le propongan). Lo oímos por tanto hablando en inglés. No hay muchos diálogos, así que cubre la papeleta lingüística con éxito. Lo curioso es que Eduardo se pasa casi toda la película a bordo de un coche (algo más propio de la saga A todo gas, o similares). La película presenta algunas secuencias espectaculares, como la fuga de Cortez, cuando el vehículo que lo transporta es literalmente desaparecido delante de las narices del convoy que lo custodia. Al mando de la caza y captura John Bannister, interpretado por Forest Whitaker. De nuevo los guionistas recurren al tópico. El Agente Bannister es avispado, pero siempre llega tarde. Trata a Ray como a un paleto que a duras penas sería capaz de acertar a un elefente teniéndolo a 20 pies de distancia, pero a medida que se desarrollan los acontecimientos, los roles mudarán hasta que ambos se fundan en un apretón de manos.
Casi todo lo que visionamos en esta película resulta muy previsible.
El sheriff, está oxidado, le cuesta levantarse cuando le tumban, pero esto no es óbice para plantar cara a Cortez y sus hombres, unos mercenarios bien entrenados, que disparan a todo lo que se menea sin miramientos. En este sentido, la película hace aflorar armas por doquier, tanto a mercenarios como a civiles (basta ver la imagan de la abuelita que saca un pistolón de la mecedora para ultimar a uno de los malos). Y parace flotar en el ambiente la cuestión de que de no tener tantas armas unos y otros, los mercenarios hubieran barrido a Ray y a toda la población civil del municipio como quien sopla un diente de léon, para mostrarle a un infante lo que somos: poco más que nada.