Hereditary (2018), dirigida y escrita por Ari Aster, tiene todo para convertirse en un clásico moderno en el género del terror.
PelÃcula que se cuece lentamente y que requiere más de un visionado para su aprovechamiento, pues la historia es todo menos simple.
Tiene la habilidad el director para crear escenas de gran intensidad reforzada por una música que tensa aún más la imagen, sin recurrir a efectismos gratuitos, con un ritmo calmo, moroso, tal que la historia se irá tomando su tiempo, mientras se van diseminando pistas, indicios, que permitan al espectador aventurar qué es lo que sucede cuando la realidad se ve alterada por pesadillas, por una madre sonámbula que no puede desprenderse de la presencia materna ni incluso después de muerta, que ha de lidiar luego con la accidental (o no) muerte de su hija Charlie, planteando la posibilidad de compartir el mismo espacio los vivos y los muertos, recurriendo a la figura de Paimon.
Toni Collette borda su papel y dota a su personaje de toda la locura necesaria para que todo resulte impredecible, con su conciencia y visión de la realidad alterada, cada vez que surge en escena. A su vera, Gabriel Byrne parece estar todo el tiempo atontado como si no fuera con él la cosa. Milly Shapiro, con una cara bastante siniestra dota a Charlie de un aura muy misteriosa.
Ari Aster es un director al que tener en cuenta pues después de Hereditary rodó otro peliculón, si cabe más terrorÃfico: Midsommar, que vi el otro dÃa y todavÃa estoy digiriendo.