Con La hija de un ladrón debuta en el largometraje Belén Funes, responsable también del guión junto a Marçal Cebrian, pelÃcula con la que da voz, es un decir, porque la protagonista de la pelÃcula habla bastante poco, a los más desfavorecidos. De entrada me recordaba a alguna pelÃcula de los Dardenne como Rosetta. Sara, la protagonista, tiene 22 años, un bebé con el que vive en un piso tutelado, trabajos precarios (limpiadora, camarera…), un padre ausente que va y viene y siempre le hace daño psicológico cuando reaparece, y el padre de la criatura que no vive con ella pero la auxilia de alguna manera y que no la trata mal, porque Sara es un animal herido, que busca cariño sin encontrarlo, luchadora y tenaz, se ve no obstante sobrepasada por las circunstancias.
Belén Funes registra todo esto con grandes dosis de verosimilitud (el sonido a veces impide entender algunas palabras), interpretaciones muy naturales de los Fernández: padre e hija. Si no fuera suficiente con todo esto, el hermano de Sara está en un centro de acogida, ya que su padre no quiere hacerse cargo de él, y Sara llevará a juicio a su padre para quedarse con la custodia de su hermano. La escena final que pone colofón a la pelÃcula, es un buen resumen de todo lo visto anteriormente. Parece que hay un determinismo, unas circunstancias de las que son muy difÃciles salir, ser otra persona, pero Sara esto lo tiene claro, no interpreta ningún papel ni se engaña a sà misma, y cuando el juez le pregunte por qué querrÃa estar su hermano con ella, Sara romperá a llorar, porque es muy jodido venderle su situación a nadie, porque su pasado es una mierda, y su presente no es para tirar cohetes, pero se ve en la obligación de ayudar a su hermano y no dejarlo en la estacada, algo que quizás ella no sepa verbalizar, pero que atiende a algo asà como: se lo debo. Me lo debo.