Dirección: Luis de la Madrid.
Países: España y Reino Unido. Año: 2005.
Duración: 102 min. Género: Terror.
Interpretación: Anita Briem (Eva), Belén Blanco (Julia), Cristina Piaget (La monja), Manu Fullola (Gabriel), Alistair Freeland (Joel), Teté Delgado (Cristy), Oriana Bonet (Eulalia), Paulina Gálvez (Zoe), Natalia Dicenta (Susan), Lola Marceli (Mary).
Guión: Manu Diez; basado en un argumento de Jaume Balagueró.
Producción: Julio Fernández.
Música: Zacarías M. de la Riba y Luc Suárez.
Fotografía: David Carretero.
Montaje: Bernat Vilaplana.
La Monja es la “ópera prima” de Luis de la Madrid, que hasta la fecha había realizado los montajes de las películas tales como Darkness, El espinazo del diablo, Los sin nombre, El maquinista. La historia se basa en una idea de Jaume Balagueró y se aprecia la conexión fílmica que existe entre ambos, en el arte de rodar.
El otro día comentaba la película “Ouija”, también de este género, marcada por la cutrez más absoluta, con una fotografía y puesta en escena ramplona a la par de las pésimas interpretaciones y una historia mal contada que parecía un mal proyecto de fin de carrera de un director poco experimientado que aburría sin clemencia al entusiasmado espectador que se las prometía muy felices para constatar que lo que mal comienza mal acaba.
En este caso, La Monja, atesora cuando menos una apreciable factura técnica en cuanto a la fotografía, el sonido, la iluminación.
La historia se inicia en un internado, donde unas muchachas son víctimas de la monja que las amedrenta con sus malos modos, haciendo gala de una fuerza inusitada en una sierva de Cristo. Luego la historia se sitúa en el momento presente, donde una de aquellas jóvenes ahora madre de una adolescente llamada Eva, muere degollada delante de su hija, que nada puede hacer para evitar la muerte materna.
El elemento terrorífico en esta ocasión es un “monja”, a quien presta su rostro y poco más, pues no se puede hablar de una interpretación propiamente dicha, Cristina Piaget.
Las jóvenes que se conocieron en el internado, quieren ahora, ya en la edad adulta, reunirse para “hablar de su secreto de mocedad”. Misteriosamente todas ellas la irán palmando. Degollada una, decapitada otra, amputada aquella. Los nombres de las jóvenes lo son también de otras santas que murieron en las mismas trágicas circunstancias.
Eva junto a un joven, Gabriel, que va para cura y le presta ayuda y a una pareja de amigos deciden investigar las muertes. Eva sabe que detrás de los asesinatos está la “monja”, la cual misteriosamente sólo ella logra ver.
Ninguna novedad aporta La Monja al género, que juega con los clichés mil veces vistos, (sabemos que casi todos los protagonistas morirán, esperamos pues sus muertes y solo queda adivinar el orden temporal y como acaecerán las mismas). Uno de los protagonistas, en un guiño autoparódico deja caer en una conversación los títulos de dos películas del género: El proyecto de la Bruja de Blair (que puedo a gritar a pulmón lleno que es el mayor camelo de la historia) y Sé lo que hicistéis el último verano (donde un puñado de jovenes con las hormonas alteradas se la pasan gritando intentando que el asesino de la máscara, no los lleve de visita al Purgatorio).
La Monja antes de hacer su letal aparición se manifiesta en estado acuoso, formando pequeños charcos, grifos a chorro que se abren y cierran solos, desagües que no dan abasto.
Me recuerdan esas húmedas a escenas a Dark Water (La huella), donde Jennifer Connelly pasaba las de Caín a consecuencia de unas manchas de agua que tenían también vida propia. Si bien el agua en esa ocasión no se investía de carnalidad monjil.
Lo único que el espectador debe hacer es encontrar la ligazón existente entre el “agua”,“la monja” y el “secreto que las asesinadas guardaban”, donde reside el germen de la historia, que resulta bastante evidente y previsible salvo el final.
Algo que chirría bastante es el doblaje, porque la película, que es una coproduccíon Hispano-Británica, está doblada. Cuando un actor que no es doblaje se dobla a sí mismo el resultado suele ser pésimo (tanto que Penélope Cruz y Banderas en sus películas en Estados Unidos decidieron con buen criterio que les doblaran)
La monja, en definitiva es un funcional pasatiempo de suspense, más que de terror, que aunque no logra horripilar, está rodada con oficio y desenvoltura, máxime tratándose de un debutante, que sigue la estela de las películas de Jaume Balagueró (Para entrar a vivir, Frágiles) y atesora virtudes para explotarla comercialmente allende nuestras fronteras, por su formato estándar global. Un paso más pues dentro del género de terror-suspense español (Tuno negro, El arte de morir, Darkness, Ausentes, La habitación del niño, La culpa, Regreso a Moira, Para entrar a vivir, Trece campanadas, Los otros, Tesis, Angustia, Somne..)