Dirección y guión: Antonio Chavarrías.
Reparto: Najwa Nimri (Celia), Luis Tosar (Miguel Ángel), Daniel Giménez Cacho (Agustín), Aida Folch (Ángela), Àlex Casanovas (Jaime), Mentxu Romero (Carmen), Javier Díaz (Pedro), Jimena Ayala (Melany), Nora Navas (Marta), Pep Ricard (Cervantes).
Producción: Antonio Chavarrías.
Música: Fernando Corona.
Fotografía: Guillermo Granillo.
Montaje: Anastasi Rinos.
Dirección artística: Maite Sánchez.
Vestuario: Montse Garre.
España, México, 2006
Las vidas de Celia es una película singular, contracorriente, desasosegante y nada comercial. Esto ya es mucho en su haber. Salir de los caminos trillados de siempre ya es de alabar. La historia tiene como hilo conductor el asesinato de una adolescente suramericana en un barrio de la periferia de la ciudad condal, Barcelona.
El planteamiento de la película, la presentación de los personajes y el devenir de los acontecimientos se sucede con saltos temporales, antes y después del asesinato.
No creo que esto aporte mucho a la trama, pero empleando el formato «memento«, logra despistar al personal, obligandole al espectador a estar atento con lo que está viendo sino quiere perder el hilo de los acontecimientos.
Todos los personajes de la películas tienen sus propios fantasmas con apariencia de demonio.
Encargado de la investigación está Miguel Angel, un policía tosco, obsesionado con su ex-mujer, la cual no logra borrar de su mente.
Por otra parte tenemos a un matrimonio formado por Agustín y Celia, su hijo, y la hermana de ella Ángela, amiga de la víctima. En esa familia Agustín se acuesta con Ángela y esto hace que su mujer se desquicie. Algo hace click en su cerebro y busca el suicidio junto a las vías, sin éxito, como salida.
La puesta en escena es más que realista. Las imágenes parecen tomadas de prestado, como las captadas en la feria o frente a la casa de Jaime, el doctor, sin que sepan que les filman, tratando de imprimir un mayor verismo a la historia. La cámara vacila, titubea, se mueve de un lado para otro. No hay planos fijos ni bonitos encuadres, que son parciales, cogiendo medio rostro aquí, un trozo de cara allá, como la mirada distraída de un mal escuchante.
La historia engancha gracias a sus actores. Tanto Tosar (el poli), como Nimri (la suicida) están creíbles. Mención aparte para Daniel Giménez Cacho el que ya mismo le daba un Goya. La joven Aida Folch, aporta la lozanía, juventud, procacidad a su personaje, que como el resto de los seres que pululan por la película, va por vía estrecha con riesgo de descarrilar o de ser arrollada por un tren.
Más que impactar o conmover Las vidas de Celia sorprende por lo original de su planteamiento y por su sencilla, austera pero eficaz puesta en escena. El guión es obra de Antonio Chavarrías que también la dirige y es productor de más de treinta películas.
Enlaces | Crítica de Las vidas de Celia por McGuffin