La pelÃcula Madre de Rodrigo Sorogoyen continúa donde finalizaba el cortometraje del director del mismo tÃtulo.
Un cortometraje impactante que ponÃa sobre la mesa los temores de cualquier madre: perder a su hijo. Esto le sucede a una mujer cuando recibe una llamada por teléfono de su hijo de 6 años, el cual se encuentra de viaje con su padre. El niño dice que su padre no está con él, que se ha ido a la caravana que está solo en una playa, que no hay nadie, que hay un señor cerca, que va hacia él. El móvil en ese momento expira.
La pelÃcula continúa ahÃ, pasados 10 años. Abundan las pelÃculas de padres y madres vengadores, que claman justicia ante la pérdida de sus hijos. Aquà todo se rumia en sordina. La madre se traslada hasta el litoral francés, allà vive y trabaja en una cafeterÃa. La herida sigue abierta. El dolor sigue trabajándole el hueso. El espectador asiste a todo esto acumulando un sinfÃn de preguntas. En este sentido Madre es magistral en el uso de la elipsis. Se cuenta muy poco, nada sabemos y es el espectador el que ha de rellenar los espacios en blanco, las ausencias, dotar de contenido esos 10 años de vacÃo. Entrever cuál es la situación actual de la madre.
Hace poco tuve la ocasión de ver La trinchera infinita, y curiosamente la situación de esta madre me resulta mucho más asfixiante que la de aquel Higinio, convertido en topo, a pesar de que la mujer goza de libertad y su mirada pasta en la infinitud del mar. Sus cadenas son interiores, las que cascabelean y afloran en los ojos, en su mirada, la de la extraordinaria actriz Marta Nieto.
La madre conoce un adolescente, podrÃa ser su hijo. Los dÃas van alimentando esta esperanza, ese delirio.
La pelÃcula finaliza con una llamada. Una puerta abierta a la esperanza. La posibilidad de ir cauterizando heridas y dejar que el pasado finalmente pose.