Música (Angela Schanelec)

Resulta curioso que una película abundante en silencios lleve Música por título. También es curioso que un guion como el que ofrece esta película haya resultado premiada con el mejor guion en Berlín, porque lo que hay es una historia incomprensible, cuajada de largos planos estáticos y silencios impenetrables, por no hablar de elipsis que abarcan cuatro décadas pero que parecen fusionadas en el tiempo presente. Después de ver la película en el Teatro Bretón leí una entrevista a la directora Angela Schanelec. Supe entonces del encaje del mito de Edipo en la historia. Bajo esa nueva luz, uno entiende mejor la película o lo que la directora quiere contarnos, pero eso no le resta un ápice de hermetismo y todo lo visto parece cogido con pinzas, porque resulta muy difícil entrar en la historia y bien podría pasar el espectador por ser una de esas figuras sorprendidas y estáticas que miran, por ejemplo, la escena del accidente. Accidentes que se suceden a lo largo de la película, donde todo funciona así, a latigazos visuales, en una sucesión de fracturas: la madre muerta, el niño recién nacido abandonado, el accidente mortal, el suicidio, el atropello mortal, etc.

Más que palabras o acción tenemos extremidades, manos, piernas, tobillos, rostros (como el de la actriz Agathe Bonitzer) y un movimiento lento, en palabras que se gestan lentamente antes de ser ofrecidas. Y ahí surge la música en la bella voz de Aliocha Schneider aunque todo siga resultando igualmente extraño e inaprensible.

Nuestra puntuación

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