Que nadie duerma, sugestiva y bella película documental dirigida por Mateo Cabeza, no ha confundirse con la reciente novela de Juan José Millás del mismo título. La obra tiene como objeto la danza, y cómo ésta es capaz de realizar una labor inclusiva, la que lleva haciendo la compañía sevillana Danza Mobile desde hace 20 años, trabajando con personas con síndrome de Down.
Vemos el día a día de Arturo, Jaime, Manuel y José Manuel y la preparación de una obra, para la que disponen de seis meses. La película quiere visibilizar a las personas con síndrome de down, integrarlas en la sociedad, dándoles su espacio, compartiéndolo con otras personas, aportando su granito de arena, aquí en el mundo de la danza y lo que queda claro es que a menudo nos dejamos llevar por los prejuicios y cuando ves bailar a José Manuel, a Jaime, a Helliot Baeza, su entrega, su pasión, su arte, la manera en la que charlan delante de las cámaras, el bienestar que transmiten, lo que un abrazo o el contacto físico tiene de cauterizador y liberador y el dominio que tienen de sus vidas, la pregunta que cabe hacerse es qué entendemos por “normal”.
Películas como Que nadie duerma, Campeones, libros como Una niña perdida en el siglo XX o Lectura fácil o grupos de música como Motxila 21, tienen a personas con discapacidad intelectual como protagonistas y a su manera cada uno permite su visibilidad, paso previo y necesario para su integración real y efectiva.