Dirección: Roger Gual.
Países: España y Argentina.
Año: 2005.
Duración: 95 min.
Género: Drama.
Interpretación: Juan Diego (Damián), Silvia Munt (Patricia), Eusebio Poncela (Álex), Mercedes Morán (Carol), Mario Paolucci (Max), Gustavo Salmerón (Ernesto), Alex Brendemühl (Fidel), Marta Etura (Laura), Juan Navarro (Víctor).
Guión: Roger Gual y Javier Calvo.
Producción ejecutiva: Quique Camín.
Música: Scott Herren.
Fotografía: Cobi Migliora.
Montaje: Alberto de Toro.
Dirección artística: Stephane Carpinelli.
Remake nace en parte de un recuerdo autobiográfico del propio Roger Gual quien vivió con su madre durante tres años en una comuna en la montaña del Tibidabo en Barcelona. Con Remake hace un trabajo de fuerte carga conceptual que perfectamente puede ser llevado al teatro. La historia va del reencuentro durante un fin de semana en una masía catalana de varias personas que hace unas cuantas décadas pasaron cuatro años juntos, viviendo al estilo de las comunas hippies: drogas, liberación sexual, negación de autoridad, nihilismo…
Al encuentro con Max, quien habita en la casa, acuden dos parejas divorciadas y sus hijos respectivos, los cuales también vivieron antaño, en la comuna con sus padres.
Ese reencuentro, ocasión para revivir aquellos maravillosos años de juventud, se ve enseguida ensombrecido por las afrentas verbales y los reproches que todos se dirigen. Cada cual debe cargar a cuestas con la cruz de su fracaso, ese tránsito nada fácil de la «revolución total» al aburguesamiento más absoluto, que les lleva a renegar de las bobadas de la juventud y a la plena insatisfacción en todas las parcelas. Odian las hormigas que ven en el suelo, detestan la cutrez del lugar, la falta de comodidad..
Los hijos de las parejas, pueriles e inmaduros, viven a su vez en su particular microcosmos, echando balones fuera, sorteando sus fracaso, culpando a sus progenitores de lo que les pasa, con el sanbenito del victimismo, pues según estos sus padres repitieron el modelo de sus padres y fracasaron estrepitósamente. La «revolución del 68» se saldo pues con los divorcios familiares, con la adicción a los antidepresivos, a las compras compulsivas, al culto al cuerpo en el gimnasio, a la infelicidad a la postre.
Gual hace un uso oscilante de la cámara, buscando la espontaneidad en todo momento, siguiendo como un espectador más el hilo de las conversaciones que mantienen los protagonistas y logra con acierto una gran verosimilitud en las actuaciones que resultan extremadamente convincentes (pareciera que los actores no actuaran y que fueran víctimas de una cámara oculta).
Gual tras mostrarnos este puñado de seres patéticos y desnortados en las antípodas de la felicidad y amarrados a la insatisfacción, coherentemente, no deja la puerta abierta a la esperanza, como plasma bien en la escena que pone el broche a la película en la conversación que Damián mantiene con Víctor. «No es fácil cambiar las cosa así de repente, de palabra, hay que intentarlo, pelearlo día y día y quizá ni si quiera así logres cambiarlas». Replica Victor a su padre.
El tema del» reencuentro» no es nada nuevo en el cine: Los amigos de Peter, Reencuentro, Las invasiones bárbaras ya habían hablado de lo mismo. Es cierto lo que dice el maestro Sabina: «Al lugar donde fuiste feliz no debieras tratar de volver«. A veces es mejor dejarlo correr, pues ciertos reencuentros quizá solo sirvan para echar por tierra los bellos recuerdos que la mente ha ido moldeando en base a hechos pasados y que luego puestos en común con los artífices de los mismos no son tales. El bucolismo y la añoranza envuelta en algodón de azucar deja paso a la cruda y sangrante realidad.
La película que es más drama que comedia también tiene sus momentos graciosos, como la charla que mantienen los jóvenes mientras hablan de alienígenas. «No teníamos navidades y había que creer en algo», dice uno de ellos en su defensa.
De los actores, Roger Gual, ha sacado más jugo de unos que de otros. Eusebio Poncela,Gustavo Salmerón y Mario Paolucci están solo correctos. Quien me ha sorprendido ha sido Juan Navarro. Juan Diego y Marta Etura certifican que son dos grandes actores. Recuperamos a Silvia Munt, que no se prodiga mucho y vemos a una actriz argentina inmensa como Mercedes Morán (me encantó en la Niña Santa), que borda su papel de mujer insoportable y quisquillosa. Llama también la actuación el papel de Alex Brendemühl, en un registro al que no nos tiene habituados.
En fin, una película entretenida, a contracorriente que aporta algo nuevo, que no es perfecta ni falta que le hace pero que genera debate y dan ganas de hablar de ella después de verla. Tras Smoking Room en la que Roger Gual (33 años) era co-director su debú en solitario con Remake me ha complacido mucho y ya espero ansioso su nuevo proyecto.
Hola Juanlu, estoy de acuerdo los actores están brillantes. Marta Etura confirma que es una de las actrices más consolidades pese a su juventud. En AzulOscuroCasiNegro o en Para que no me olvides, por citar dos, estaba estupenda. Juan Navarro también me sorprendió en Remake.
La he visto recientemente y me gustó. Más de lo que me esperaba.
Se respira un aire de naturalidad difícil de conseguir y a lo que colabora sobre todo la excelente dirección de actores, entre los que se encuentra la sobresaliente Marta Etura, un portento de actriz con toda una carrera por delante.
Totalmente recomendable.
Saludos!