Dirección: David R. Ellis.
País: USA.
Año: 2006 Duración: 105 min.
Género: Thriller, acción.
Interpretación: Samuel L. Jackson (Neville Flynn), Julianna Margulies (Claire Miller), Nathan Phillips (Sean Jones), Rachel Blanchard (Mercedes), Byron Lawson (Eddie Kim), Flex Alexander (Three G’s), Kenan Thompson (Troy), Keith Dallas (Big Leroy)
Guión: John Heffernan y Sebastian Gutierrez; basado en un argumento de David Dalessandro y John Heffernan.
Producción: Gary L. Levinsohn, Don Granger y Craig Berenson.
Música: Trevor Rabin.
Fotografía: Adam Greenberg.
Montaje: Howard Smith.
Esta película viene precedida por el revuelo que se organizó con el aluvión de imitaciones y parodias que se hicieron sobre la misma antes de su estreno.
En España se nos vendió también como “el debú de Elsa Pataky en Hollywood”, aunque ésta salga la última en los títulos de crédito del comienzo y sus apariciones apenas sumen cinco minutos, lo cual me imposibilita para hacer alguna apreciación sobre su fugaz interpretación.
El título es tan explícito que no hay lugar a dudas. En una avión hay serpientes de toda clase, que rociadas con una sustancia que las desaira, las vuelve letales. Las serpientes no están ahí por casualidad sino porque el matón Eddie Kim mientras despachaba al fiscal fue visto por un joven que salvó el pellejo “in extremis” gracias al policía que raudamente lo embarcó en un avión para sacarlo de Hawai, donde el joven practicaba el surf, y transportarlo a Los Ángeles, para declarar en su contra.
Al poco de montar en el avión, las serpientes comienzan a pulular, a localizar objetivos humanos con los que ensañarse. Las tres primeras víctimas son atacadas en sus zonas sexuales.
La primera es una pareja que cuando les da el apretón sexual se van al baño a copular, las serpientes entonces les atacan (una se engarza con la chica cual piercing pezonero) dando buena cuenta de la libidinosa pareja en un santiamén.
El segundo, la diña también en el baño mientras hace aguas menores, cuando una serpiente que aparece en el retrete, al mirar hacia arriba ve “algo” colgando y decide hincarle el diente.
La tercera en liar el petate es una rolliza mujer que por debajo de su falda siente un ligero cosquilleo, en su entrepierna mientras dormita. El placer se transforma en sufrimiento, antes del último estertor, cuando el ofidio letal le da pasaporte.
La película no quiere ir de lo que no es: se trata de una producción de bajo presupuesto, y esto se nota, porque es chocarrera, en las antípodas de cualquier atisbo de relumbrón y los efectos especiales provocan más hilaridad que asombro.
La falta de presupuesto no debiera nunca estar reñida con la capacidad de sorprender o entretener al espectador y en este caso y éste es el principal defecto de esta película es que las serpientes asustan demasiado poco. Nada parecido a la sensación que generaba “el tiburón de Spielberg” por ejemplo. Ese factor sorpresivo y atemorizante que presumía al comenzar a verla, deviene en un producto burlesco, guasón, que parece buscar más la carcajada del espectador que espolearlo en su asiento merced a un trama asfixiante.
El pasaje del avión es de lo más granado: un famoso rapero de nombre 3G, una atractiva joven acompañada de su minúsculo perro de la raza “comecoños”, dos niños que viajan solos, una azafata mayor que hace su “último viaje”, un piloto ligón, un auxiliar de vuelo afeminado, otra arrojada y sensual azafata Claire. Como siempre ocurre cuando hay un grupo de gente enfrentada a una situación catastrófica, alguien debe tomar el mando de la situación y éste no puede ser otro que el policía Neville. Sorprende ver a Samuel L. Jackson en una producción de estas características.
La película da los mismos bandazos que el avión: tiene momentos graciosos, grotescos, otros de cierta intensidad, otros perfectamente prescindibles.
Serpientes en el avión es notorio que no aporta nada nuevo al género. Es un producto ameno de esas películas “que se dejan ver” sin aparente esfuerzo, en la que el director de las interesantes películas “Destino final 2” y “Cellullar”, podía haber dado muchísimo más de sí, pues tenía buena materia prima entre manos: pocas cosas generan tanto aborrecimiento en los humanos como la convivencia obligada con un grupo de serpientes furiosas, en un espacio reducido y a diez mil metros de altura.
¿Será esta una película de satanismo soterrado?. Recordemos que la serpiente es una de las formas que adopta o en la que se representa el demonio.
La película da los mismos bandazos que el avión: tiene momentos graciosos, grotescos, otros de cierta intensidad, otros perfectamente prescindibles.