The purge, la noche de las bestias (2013), dirigida y con guion de James DeMonaco plantea un enunciado interesante que se queda en eso, en el enunciado, a saber, una vez al año, los padres fundadores de la nación americana permiten a sus ciudadanos realizar todos los actos que les vengan en gana, sin que éstos sean penados con la cárcel.
De esta manera, y según las estadÃsticas, la sociedad americana se muestra asà sana, purificada, purgada, ya que en esa noche cada cual tiene luz verde para sacar fuera lo peor de sà mismo, saciar sus más bajos instintos, para luego volver al redil de la cotidianidad el resto del año.
Vemos, al comienzo de la purga, imágenes de asesinatos por toda la nación americana. La pelÃcula se sitúa unas pocas horas antes del comienzo de la noche de la purga.
El protagonista es un comercial que ha ganado mucho pasta los últimos años instalando equipos de seguridad.
Él, su mujer y sus dos hijos se cierran, como otros muchos acaudalados, a cal y canto en su domicilio, sito en una urbanización, esperando a que pase la tempestad.
Las cosas se les complican cuando el novio de la hija se ha quedado escondido dentro del domicilio y poco después un hombre negro pida ayuda, obteniendo el auxilio del hijo pequeño que le facilita la entrada a su domicilio. Ahora sà que viene la tempestad perfecta.
La cosa se complica cuando una panda de tarados intentan acceder el domicilio buscando al hombre negro, que para ellos supone su particular purga.
La pelÃcula se adentra entonces por unos derroteros más convencionales. Encima de la mesa un planteamiento moral: ¿qué hacer? Acceder a la demanda de los psicópatas y entregarles al hombre para que lo maten o defenderse y luchar al precio que cueste.
La pelÃcula mantiene el ritmo y la tensión, no tanto el interés, hasta el final, pero desaprovecha todas las posibilidades que propiciaba su interesante premisa inicial. A fin de cuentas todo se reduce a decantarse por hacer el bien o el mal, más allá de las purgas. En optar por causar un daño al otro o en soportarlo. Algo sobre lo que Platón ya reflexionaba en sus diálogos hace dos milenios.