Apenas nada funciona en esta pelÃcula de Kiko MaÃllo de 2016. No sólo que el guión esté muy trillado, con ajustes de cuentas, un mafioso local con el rostro de un Sacristán nada creÃble, un Mario Casas que rumia su tragedia entre susurros o un Tosar que hace la peor interpretación de su carrera.
Las escenas buscan una estética que deviene hueca, mientras que Casas parece un personaje de un videojuego en el que como en Old Boy se pasan pantallas ultimando a todo aquel que se interponga en su camino, en el de la venganza, que no resulta tal, porque Toro al contrario que su mentor, su coach en esto de la mala vida, no es un asesino. En fin, que este desaguisado no tiene arreglo se mire por donde se mire por mucha fe y devoción mariana que uno tenga en el cine.