HacÃa tiempo que no veÃa una pelÃcula tan mala. Una presunta comedia con tan poca gracia. Un humor, por decirlo de alguna manera, tan trasnochado. El humor de Esteso y Pajares ha pasado ya a mejor vida o no, porque pero parece que hay directores y guionistas (guion escrito a ocho manos) amantes de lo añejo que siguen reivindicando este tipo de humor casposo.
La historia va cómo sigue. En un pueblo cae un premio gordo de la loterÃa y resulta que las participaciones han sido vendidas en un puticlub, al que acuden todos los hombres del pueblo ya sea por tabaco o por practicar la coyunda fuera del matrimonio. Asà las cosas ninguno de los infieles quiere hacer manifiesta dicha infidelidad y no saben cómo cobrar el premio sin levantar las sospechas y la inquina de sus respectivas mujeres. Los gags se suceden gracia, los diálogos son una suma de groserÃas, palabras malsonantes, tacos, etcétera, elevando la vulgaridad hasta topes insospechados. Ese tipo de humor que hace del mal gusto su divisa. Las mujeres aquà o son prostitutas o una panda de cotorras. A ellos parecen faltarle dos aguadas. Entre la nómina del paisanaje, un alcalde corrupto, un neorural podemita, una joven a la que el desahucio de la familia le lleva a ejercer la prostitución, el hijo del alcalde a punto de casarse con alguien a quien no quiere, el mariquita que no se atreve a salir del armario, el tonto del pueblo, el párroco negro, etcétera.
Lo preocupante no es que la pelÃcula sea horrenda, lo peor viene cuando se entera de que esta sandez la han visto un millón de personas.