Diana, Wonderwoman vuelve a la carga, lo hace en 1984 en la ciudad de Nueva York. Al museo en el que trabaja Diana llega una pieza, una piedra, que pondrá el mundo patas arriba. Ya que al tocar la piedra y pedir un deseo este se cumple. Esto no lo sabe Diana, ni su compañera de trabajo Barbara. Pero no se pierde nada por probar y de esta manera Diana recupera a su lado a su novio, el piloto. Barbara poco afortunada en el amor y bastante pusilánime desea ser como Diana, y lo consigue. El estafador se hace con la piedra con el único fin de convertirse él mismo en la piedra, en el hacedor de ilusiones, concediendo deseos a todo cristo. Asà el mundo se convierte en un caos. Vuelve la guerra frÃa con la lucha entre los americanos y los rusos, dispuestos a pulsar el botoncito, hacer volar los misiles e iniciar una guerra nuclear que acabe con el planeta tal como lo conocemos. Durante 2 horas y media, metraje excesivo e ineficaz, Diana comprueba que la solicitud de su deseo y su cumplimiento, acarrea un reverso, la pérdida de algo, en este caso sus facultades como heroÃna, que se verán mermadas. Barbara, gana en fuerza, es objeto del interés de los hombres, resulta locuaz, atrevida, poderosa, pero pierde, su inocencia, su gracia, su bondad. Para el empresario su vida se convierte en un infierno, y da demasiadas vueltas, para el final hacernos ver que lo único que desea es querer ser un buen padre para su hijo, que no le odie.
Los efectos especiales están servidos, las persecuciones, las escenas de lucha, los vuelos acrobáticos, con una Diana (Gal Gadot) que resulta fascinante. Por lo demás la historia de amor y otros elementos hacen que la historia se vea un tanto trabada, pierda fuelle, ralee el interés y se vuelve plomiza, pero como todo cuento de hadas, acaba bien, y valga la moralina vemos que todos, postreramente, actúan correctamente, envainándose sus deseos.