Dirección: Paul Thomas Anderson.
Reparto: Daniel Day-Lewis (Daniel Plainview), Paul Dano (Paul Sunday/Eli Sunday), Kevin J. O’Connor (Henry), Ciarán Hinds (Fletcher), Dillon Freasier (H.W.), Randall Carver (Sr. Bankside), Coco Leigh (Sra. Bankside), Sydney McCallister (Mary Sunday), David Willis (Abel Sunday), Kellie Hill (Ruth Sunday).
Guión: Paul Thomas Anderson; adaptación libre de la novela “Petróleo” de Upton Sinclair.
Producción: Joanne Sellar, Paul Thomas Anderson y Daniel Lupi.
Música: Jonny Greenwood.
Fotografía: Robert Elswit.
Montaje: Dylan Tichenor.
Diseño de producción: Jack Fisk.
Vestuario: Mark Bridges
USA 2007
La fiebre del oro ha sido retratada en más ocasiones por el cine, pero aquí es el oro negro el que centra la historia y un hombre ambicioso que se dedica a hacer pozos de extracción de petróleo, de ahí la traducción (para tontos) del título.
Es una película épica soberbiamente sacada adelante por Daniel Day-Lewis, que interpreta al protagonista, un hombre de esos que se hacen a si mismos y que tira adelante cuando los demás piensan que no podrá hacerlo, usando principalmente su constancia como motor.
Me parece admirable como un actor puede sacarse un personaje de la manga como este, con sus ademanes, su determinación e incluso su forma de hablar, que recomiendo que nadie se pierda en versión original, porque el doblaje desarmará una parte importante del trabajo de este actor.
Hay que destacar también al secundario Paul Dano, que hace de un vehemente y joven pastor que lanza sermones a diestro y siniestro intentando controlar las vidas de todos los que le rodean. Lo único malo es que se le va la mano en lo grotesco de su interpretación, que llega a caer en los tópicos de este tipo de personajes. Recuerdo el telepredicador que interpretaba Tom Cruise en Magnolia, qué distinto era en el fondo teniendo unas formas similares. ¿Tendrá Paul Thomas Anderson, director de ambas, fijación por los predicadores?
En los Oscars, cuyo ganador conoceremos este próximo fin de semana, es una de las grandes favoritas, ya que comparte el máximo número de nominaciones, 8, con su gran rival, No es País para Viejos. No tengo claro cual puede ser más del gusto de los académicos. Tanto estas 2 como las otras 3 competidoras a mejor película tienen este año un nivel muy alto, aunque ninguna de ellas pasará a estar entre esas pocas “elegidas” que cada cierto tiempo dejan su huella en la historia del cine, gane la que gane.
Las 2 horas y media que dura la película no se hacen para nada largas, porque ver a Daniel Day-Lewis y sus avatares petrolíficos se hace hace interesante. Le ha sabido sacar petróleo al personaje, nunca mejor dicho.
Se le pueden buscar algunos peros. Yo encuentro el final un tanto precipitado e incoherente, pero aún así la calidad de la película está fuera de toda duda. También se podría haber quitado alguna escena superflua, incluso algún personaje que aporta más bien poco, pero todo suma y a lo que está bien rodado no se le puede reprochar nada.
A principios del siglo XIX las perforaciones petrolíferas eran un negocio en auge por el que mucha gente luchaba. Es en ese duro escenario donde Daniel Plainview, el protagonista (actor y personaje comparten nombre) se mueve, acompañado siempre por su hijo.
El ir y venir de la fortuna de este hombre, sus infatigables ganas de trabajar y el tesón que pone en cada uno de sus actos marca el carácter no sólo de Daniel, sino de todos los que le rodean.
Cual ingenioso hidalgo llega a topar con la Iglesia, pero sale como puede de cada uno de los atolladeros en que se mete, sólo perdiendo, y de forma íntegra, en lo que a relaciones personales se refiere. Es así como vamos viendo el paso de los años y diferentes momentos en la vida de un hombre enfrentado al mundo.
Quizás destacaría tanto como la interpretación de Day-Lewis los apartados técnicos de la película. Tanto la fotografía como la dirección artística están a la altura de las circunstancias, ya que hacer revivir esa época y esos lúgubres ambientes ha tenido que ser costoso, pero lo han sabido realizar a las mil maravillas.
El tono de la película es tan oscuro como el petróleo que en ella vemos todo el rato. La historia es realista, pesimista y ahonda en la parte más mundana y egoísta del ser humano. En el predicador y el magnate vemos como cada cual guarda por sus intereses importándole un comino lo que suceda con los demás que le rodean. La fuerza dramática que se muestra mantiene al espectador en tensión, aunque a la vez la historia nos pilla un poco lejana como para identificarnos con ella.
Por cierto, no puedo acabar sin pasar por alto un inevitable recuerdo que me ha traído esta película, y es al carnicero de Gangs of New York, que también tenía el rostro de Daniel Day-Lewis.
Otra Crítica | Pozos de Ambición
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