Como parece que este año, sin huelgas en el horizonte, la temporada durará los episodios previstos, se están tomando la cosa con calma y en este episodio los personajes avanzan, sobre todo, en sus cualidades psicológicas.
Para ello Peter viaja al futuro al que le lleva su otro yo, 4 años adelante, y durante el episodio ambos tiempos, presente y futuro, se entremezclan. En ese futuro la gente tiene habilidades y los héroes buenos se han convertido en malos y viceversa. Sylar vuelve a ser Gabriel, un repeinado padre de familia, que ha logrado quitarse «el ansia», Claire se ha teñido de morena y tiene muy mala leche, la chica veloz está felizmente casada con Parkman y entre ambos han adoptado a Molly, la niña que criaban antes entre Parkman y Mohinder.
Por cierto que éste, al que lo habíamos dejado hace 2 episodios en medio de una transformación tipo La Mosca, parece uno de los malos de El Último Hombre Vivo, completando la transformación que empieza en el presente.
En ese futuro sólo vemos a algunos de los Héroes, todos han cambiado. Gracias al Africano también Parkman viaja hasta esa época para ver el futuro y ser testigo de otra de esas escenas apocalípticas que tanto gustan a los guionistas de la serie. En lugar de Nueva York esta vez el lugar elegido para la explosión es la “antigua” casa de los Bennet, ahora ocupado por la familia de “otro” inquilino.
A Tracy, también la habíamos dejado a punto de descubrir su pasado, que por cierto no tiene nada de especial. A consecuencia de su habilidad y tras varios requiebros, acaba acercando su posición a Nathan, tanto que en el futuro los vemos como Presidente y Primera Dama. Ahí es nada. En cualquier caso en el presente ellos dos, como Hiro y su amigo Ando, dan unas cuantas vueltas para quedar más enredados de lo que estaban.