Dirección y guión: John Cameron Mitchell.
Reparto: Sook-Yin Lee (Sofia), Paul Dawson (James), Lindsay Beamish (Severin), PJ DeBoy (Jamie), Raphael Barker (Rob), Jay Brannan (Ceth), Peter Stickles (Caleb), Alan Mandell, Adam Hardman, Ray Rivas.
Producción: Howard Gertler, Tim Perell y John Cameron Mitchell.
Música: Yo La Tengo y Scott Matthew.
Fotografía: Frank G. DeMarco.
Montaje: Brian A. Hates.
Diseño de producción: Jody Asnes.
Vestuario: Bart Mueller y Hurt Swanson.
Atención, está película puede contener escenas subidas de tono no aptas para mentes cerradas, personas tendentes a la automutilación, extremistas religiosos o jóvenes en edad de crecimiento.
En realidad el aviso se queda en poco, ya que estamos ante una especie de Vidas Cruzadas realizada por John Waters, con una gran dosis de sexo explícito y ambientada en la Nueva York post 11 de Septiembre, donde aquello del Carpe Diem se lleva a su máxima expresión.
Nos adentramos en la vida cotidiana de una serie personajes, cuyas vidas se juntan en un alocado local de moda llamado Shortbus, un club neoyorkino donde se puede dar rienda a todos los instintos que uno tenga, por muy mundanos que estos sean. Allí se dan cita, exalcaldes de la ciudad, lesbianas radicales, parejas desinhibidas y un sinfín de personajes raros y fieles únicamente a sí mismos.
Las vidas de los personajes se entremezclan, pero todos se ven unidos de alguna manera al personaje principal de la historia, Sofía, una sexóloga que a pesar de aconsejar a parejas en su trabajo, en su vida conyugal es incapaz de tener un orgasmo.
La pareja formada por Jamie y Jamie (uno de ellos tiene que volver “a ser James” para no confundirse), pacientes de ella, le intentarán ayudar llevándola al Shortbus cuando ven que está en verdaderos problemas. Allí conocerá a Severin, una dominadora que también tiene problemas para relacionarse. Al mismo tiempo conoce a Ceth, admirador de la pareja de Jamies, que deciden introducirlo en su relación, aunque ellos tienen también otro admirador…
En fin, la historia tiene los suficientes recovecos para resultar interesante y metiendo por medio algo de sexo, que siempre viene bien, como decía Javier Cámara en Lucía y el ídem, pues la cosa se hace entretenida, a lo que ayuda también el tono abierto de la película, sus toques de humor y el mensaje de aprovechar la vida constantemente.
Entre el reparto no hay actores muy conocidos, algunos de los personajes más extravagantes, como Justin Bond, o Bitch son “seres” que se están interpretando a sí mismos.
Hay escenas realmente chocantes, todas ellas rodadas con muy buen gusto, pero toda la que abre la película, es de lo mejor, hay que verla, porque la apoteosis final con el masoquista “culminando” la faena sobre el Pollock (la técnica del chorreo de este pintor es aquí llevada a una nueva dimensión), el practicante de yoga culminando su postura de una forma en la que piensas es imposible, a pesar de que estás viendo que lo va a hacer (eso realmente hay que verlo, en el segundo de los trailer se adivina), la pareja a lo suyo y el voyeur con los ojos como platos… impresionante.
También está genial la especie de maqueta en plan dibujos animados de Nueva York sobre la que la cámara vuela haciéndonos pasar de unas a otras escenas.
Su presupuesto fue de 2 millones de dólares, que para sí lo quisieran algunas películas españolas. El estreno en nuestro país será el próximo 9 de Febrero, Dios mediante. Mientras tanto podéis ver este par de vídeos, con alguna explicación del director, John Cameron Mitchell y visitar su Web Oficial, muy completa.
[VIDEO NO DISPONIBLE]
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Esta vez la propina incluye unas palabras del director sobre la película:
Durante la preparación de Shortbus estaba encantado de ver que el cine volvía a ser sexualmente honrado y sincero, como en los años sesenta y setenta, pero deploraba el hecho de que fuera tan desalentador y carente de humor. El sexo parecía ser tan negativo como lo es, digamos, para los conservadores cristianos.
Bueno, es comprensible. Personalmente crecí en un ambiente católico-militar donde el sexo era una cosa aterradora y, por lo tanto, fascinante. Pensé en hacer una comedia neoyorquina provocadora, estimulante emocional y mentalmente, de gran franqueza sexual y, a ser posible, divertida. No tenía por qué ser erótica. En vez de eso, intentaría servirse del lenguaje del sexo como una metáfora de los otros aspectos de las vidas de los personajes. El sexo siempre me ha parecido
la terminación nerviosa de la vida. Creo que si se observa a dos extraños haciendo el amor, pueden sacarse conclusiones acerca de su infancia y de lo que comieron a mediodía. Al mismo tiempo, quería hacer una película en la que los personajes y el guión se desarrollasen a través de improvisaciones en grupo, inspirándome en técnicas tan dispares como las de John Cassavetes, Robert Altman y Mike Leigh. (Por cierto, los tres han expresado su aversión por el sexo “real” o “no simulado” en sus películas). También quería que la historia se desarrollase alrededor de un “salón” underground moderno y multisexual inspirado en el modelo parisino de Gertrude Stein y los salones neoyorquinos contemporáneos que he conocido: música, literatura e incluso sexo en grupo.
Si tuviera que mencionar antecedentes cinematográficos sexuales específicos para la película, hablaría de la película autobiográfica de Frank Ripploh, – me gustó el tono melancólico soterrado en la comedia, y el hecho de que trata el sexo del mismo modo que toda su vida – y quizá de Jean Genet, el antepasado de las películas de sexo interesantes. Otras películas que han influido en son de John Cassavetes; de Federico Fellini; de Elaine May; de Martin Scorsese; de Robert Altman; y y de Woody Allen.
Howard Gertler, el productor, Susan Shopmaker, la directora de casting, y yo empezamos a buscar actores a principios de 2003. No recurrimos a agentes porque las estrellas no lo hacen delante de la cámara, y también porque la preparación duraría un año, y las estrellas tampoco se prestan a eso. Pusimos anuncios en periódicos y revistas alternativas (no teníamos dinero para poner anuncios en otras publicaciones) invitando a todo el que quisiera, actor profesional o no, a entrar en nuestra página web, enterarse de lo que queríamos hacer y mandarnos una cinta. Les sugería que hablasen de una experiencia sexual significativa y les alentaba a decirnos todo lo que nos ayudase a conocerles. Más de medio millón de personas visitaron nuestra página y casi 500, la mayoría de América del Norte, nos mandaron cintas. Algunos hablaban a cámara, otros realizaban cortos, otros cantaban, algunos se la meneaban.
Escogimos a unos cuarenta. Teníamos poquísimo dinero y todos se pagaron el billete a Nueva York. Les dijimos que habría que improvisar durante las pruebas, pero que no habría nada sexual – no quería asustarles. Buscaba un proceso más profundo en el que los actores se convirtieran en compañeros creativos. La confianza llegaría con el tiempo.
En esa época, y antes de que diéramos un nombre a la película, organizaba una fiesta mensual llamada “Shortbus”. Intentaba crear un ambiente tipo penúltimo año de instituto, nada discotequero. Poníamos música muy ecléctica. Unos amigos y yo hacíamos de DJ, lo mío eran los temas lentos. Monté una fiesta “Shortbus” para los cuarenta finalistas. Hicimos girar una botella entre cien personas. La persona escogida por la botella debía montárselo con quien la había hecho girar.
Fue una forma de romper el hielo.
Al día siguiente, los actores – muy resacosos – vieron juntos las cintas que había rodado cada uno. Fue una sesión bastante tensa ya que algunos vídeos eran muy íntimos, pero sirvió para que todos entendieran que estaban metidos en lo mismo. Además, disponíamos de pocos días, y tenía que descubrir quién atraía sexualmente a quién o, en otras palabras, quién podía ser la pareja de quién. Organizamos una votación secreta en la que se valoraba a todos en una escala de uno a cuatro. Fue muy raro y muy divertido a la vez. Acabamos con un enorme gráfico en la pared indicando quién se sentía atraído por quién.
El número de combinaciones era impresionante. Reunimos a las personas que se habían dado “cuatros” mutuamente para las primeras improvisaciones.
No tardamos en saber quiénes eran los más naturales. Buscábamos actores que pudieran improvisar a partir de un guión sin perder la estructura de la escena.
Es muy diferente de la improvisación pura, es más parecido a la paráfrasis. Buscábamos a gente inteligente y carismática que funcionase bien junta. Eliminamos a los divos. Escogí a los actores más interesantes y compatibles, y empezamos inmediatamente con los talleres de improvisación. Los personajes y la historia se desarrollaron posteriormente.
Este tipo de pelis del estilo de «Lie with me» o «Nine songs» resultan un verdadero tostón, por mucho que se diga que las escenas de sexo dan vidilla a la película.