Dirección: Alberto Rodríguez. País: España. Año: 2009. Duración: 116 min. Género: Drama. Interpretación: Guillermo Toledo (Julio), Tristán Ulloa (Manuel), Blanca Romero (Ana), Jesús Carroza (Jesús), Raúl del Pozo (Pablo), Marta Solaz (Irene), Valeria Alonso (chica), Ricardo de Barreiro (Ramón), Maxi Iglesias (García), Álvaro Monje (Andy). Guión: Rafael Cobos; basado en un argumento de Rafael Cobos y Alberto Rodríguez. Producción: José Antonio Félez. Música: Julio de la Rosa. Fotografía: Alex Catalán. Montaje: José M. G. Moyano. Dirección artística: Pepe Domínguez. Vestuario: Fernando García
Si el objeto de la película es mostrar el vacío existencial que anida en personas que frisan los cuarenta años, y los cuales a pesar de sus posiciones acomodadas, satisfechas entiéndase el aspecto material, atesoran una serie de problemas de todo tipo, podemos decir que esta producción cumple con su objetivo.
Los protagonistas son los tres que vemos caminando por una calle iluminada a altas horas de la madrugada al comienzo del film, cebados por el alcohol, con una esbelta y guapa mujer bamboleada por dos hombres, a la sazón amigos de la susodicha.
La acción transcurre durante una noche de farra, en la cual tras casi una año sin verse los tres amigos se reúnen para exprimir las ubres de la noche, sin reparar en el consumo de toda clase de drogas, así como hacer uso y disfrute del sexo en diversas variantes, ya sea un trío, felaciones, o masturbaciones sobre mujeres ebrias o frente a la pantalla de un portátil.
Al tiempo que vemos como el trío va de discoteca en discoteca metiéndose de todo, se van añadiendo otras escenas anteriores en las que conocemos algo más de la vida de esas personas. Uno de ellos vive con su mujer y un hijo que le rehuye, quizá por su carácter violento, siendo su rol paterno un mero alfeñique. Otro, es responsable de personal, y lo vemos despidiendo gente en una empresa, y en materia sexual anda un tanto desnortado así que no ceja en su empeño de cepillarse a su amiga, la cual ávida de sensaciones nuevas, al tiempo que mantiene una relación con su novio, no desaprovecha la ocasión de hacerse un trío con dos yogurines (uno de ellos es Maxi Iglesias, quien no sabe salir en la pantalla grande y no enseñar su trasero) y dejarse sobar por sus amigos, sus dos mejores amigos.
Cada uno como se ve, tiene sus demonios interiores con quienes lidiar. Todo queda en suspenso porque la historia ni tiene comienzo ni final, así que lo que les pasará a cada uno de estos personajes es cosa suya. Lo que se nos ofrece es sólo un momento de sus vidas, un breve lapso de tiempo. Nada sabemos de qué circunstancias han propiciado esa situación, ni como les irá en el futuro.
Como decía al comienzo ese vacío existencial queda bien plasmado gracias al trabajo de dos actores solventes como Guillermo Toledo y Tristán Ulloa, y una Blanca Romero (nominada a los Goya por este papel, que borda su papel de esa mujer a quien su liberación sexual no le secunda la felicidad, sino la desdicha). Con buen ritmo, y una atractiva banda sonora, lo que nos queda es algo parecido a la versión adulta de Mentiras y Gordas, si bien eso sería en cuanto a edad porque su comportamiento dista mucho de algo parecido a la madurez entendida esta como responsabilidad, coherencia, referentes con los que actuar, equilibrio, etc. Aquí también abundan las drogas y el alcohol, sin embargo el sexo ya no es tan fluido como a los 20, sino que a los 40, todo se convierte en algo más sucio, como una cascada de semen sobre una mujer ebria o frente a una pantalla muda, en lugar de un polvazo en los baños de una discoteca, de cuerpos desbordados por la pasión. Ahora los miedos, las experiencias negativas, las paranoias, la vida vivida en definitiva hace que todo sea menos natural, viciado por la experimentación y enturbiado por unas drogas que extraen lo peor de cada uno.
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