Dirección: Gracia Querejeta.
País: España. Año: 2007. Duración: 113 min.
Género: Drama.
Interpretación: Maribel Verdú (Ángela), Blanca Portillo (Charo), Jesús Castejón (Antonio), Víctor Valdivia (Guille), Enrique Villén (Tuerto), Raúl Arévalo (Fele), Ramón Barea (Jacinto), Lorena Vindel (Evelin), José Luis García Pérez (Fran), Amparo Baró (Emilia).
Guión: David Planell y Gracia Querejeta.
Producción ejecutiva: Elías Querejeta, Tedy Villalba y Gracia Querejeta.
Música: Pascal Gaigne.
Fotografía: Ángel Iguácel. Montaje: Nacho Ruiz Capillas.
Dirección artística: Llorenç Miquel.
Vestuario: Maiki Marín.
Siete mesas de billar francés es una de las mejores películas que he visto estos últimos meses. Se estrenó a comienzos de octubre de 2007, pero no la he visto hasta pasado un año después. Si me ha gustado es porque todo lo que he visto me ha parecido creible, de ahí que quieras o no acabas identificándote con las historias que se cuentan.
La película arranca con Ángela y su hijo en un autobús yendo a ver al padre de la primera que se encuentra hospitalizado. Cuando llegan el padre ha muerto y en la estación le espera Charo, a la sazón, pareja del padre, que tiene la edad de la hija. Charo y Ángela no se llevan mal ni bien, pero el hermetismo de ambas hace que el funeral lejos de unirlas las separe aún más. Tras el funeral Ángela deja Madrid y vuelve al Norte que es donde vive con su retoño y su marido. Poco después al saber de las actividades ilícitas de su marido Fran, al cual la policía quiere trincar por estafa y anda desaparecido y el cual tuvo un hijo fuera del matrimonio con otra mujer, Ángela decide poner tierra por medio y mudarse a vivir con su hijo a Madrid.
Ese viaje a la capital del Estado viene a cuento, porque el padre de Ángela regentaba un billar, el mismo que ahora Ángela, a sabiendas de que es un negocio ruinoso como le hace saber Charo, que oficiaba de camarera, tratará de poner en marcha de nuevo, haciéndole recuperar el fulgor de antaño.
Para ello Ángela debe montar un equipo de billar entre los amigos del padre, que pueda participar en la liga, y contará a su vez con alguna incorporación de última hora como Fele, un joven pintor que anda saliendo con una chica inmigrante que espera como agua de mayo la llegada de su marido, mientras mantiene un romance con su pintor de brocha gorda.
Ángela quiere a Charo como su socia y si bien esta recela y echa pestes, a falta de algo mejor (un tanto forzada la escena del peaje), acaba cediendo y embarcándose en una aventura que no tiene ninguna pinta de triunfar.
En esa situación Ángela moverá cielo y tierra para sacar adelante al negocio, al tiempo que curará sus heridas abiertas en la relación con su difunto padre, un fenómeno del billar, al que la hija hacía sombra desde que ahora una adolescente, de ahí que se odiaran mutuamente. Ángela debe volver, ocupar su espacio, reinvidicarse así mismo como persona, y si es con un palo de billar en la mano bienvenido sea.
El guión funciona con la precisión de un reloj suizo: nada falta ni sobra. Los diálogos son como sacar un micro a la calle o sentarte en un parque una tarde de primavera y oir las historias de los demás. Rezuma credibilidad cuanto vemos. Las interpretaciones son de altura, tanto de Portillo, Verdú, Arevalo, Castejón, Baró, Barea, etc. Todos bordan sus papeles, y la habilidad del guión es que todos son reales y complejos, de ahí que entendamos sus acciones, sus recelos, sus pequeñas venganzas, sus neuras, sus miedos (a quedarse ciego, a recaer en las adicciones, a renunciar a un amor….)
Siete mesas de billar francés logra emocionar casi desde el primer momento. Como si de aguas movedizas se tratara, su visionado nos va atrapando sin dejarnos escapar, no podemos huir, porque en caso de hacerlo caeríamos aún más rápido en ese légamo de celulosa.
Puedo decir que es una obra maestra y quedarme tan ancho. Doy gracias a Querejeta, porque directoras como ellas, son las que hacen algo grande del cine español. Sin querer hacer cine social, sin apostolados, ni falsos personajes de rimbombantes palabras, lo que desfilan por la pantalla, son personas como nosotros, que no lo tienen fácil, que deben superar una muerte, luchar día a día para salir adelante, que les tocan las enfermedades y los desengaños, gente normal y corriente, anti-héroes al fin y al cabo, como tú y como yo.
Me descubro ante Gracia Querejeta. Mención también para el guionista de esta película David Planell, autor del guión junto a Gracia (con la que trabajó también en Héctor), el cual tiene pendiente de estreno su debut como director de largometrajes con La vergüenza.
En la última edición de los Premios Goya 2008, se llevó dos de ellos.
Mejor interpretación femenina protagonista (Maribel Verdú), Mejor interpretación femenina de reparto (Amparo Baró)