10.000 noches en cualquier parte (Ramón Salazar 2013)

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Leía recientemente el ensayo de Gasset, La deshumanización del arte, y su concepto del goce artístico, cuando el arte, va más allá de representar la realidad, para ofrecer otra cosa. Viendo esta película, creo que su director, Ramón Salazar, ha hecho una película muy sensorial, que entra por los ojos, con una fotografía que resulta o bien muy luminosa o muy gris, en función de la estación del año en la que viven los personajes, por el oído, pues ciertas escenas, son como susurros, como nanas, como palabras que se van despeñando por nuestros adentros, creando un cosquilleo, e incluso esta película entra por la piel, y a través del tacto nos gustaría también estar ahí, en París, en Madrid en Berlín, viviendo experiencias intensas, viajando en busca de algo, cogiendo la mano del protagonista, rozando con el labio el pezón de la artista.

La película es un desgarro, una emoción, un sentimiento de un joven atormentado que viaja, no sé si física o mentalmente, que debe lidiar con una madre (una maravillosa Susi Sánchez) posesiva, despótica, incestuosa, que anula al chaval, lo borra, lo hiere, lo ningunea, el cual tiene una hermana, a quien su madre también detesta, pero a quienes, a ambos dos, la madre decide no dejar nunca en paz, zaheriéndolos con sus desvaríos y devaneos, creando una dependencia enfermiza y obsesiva.
Me viene en mente esos «Lazos que unen» que cantaba Springsteen. Sí, a veces, es imposible romper con la familia, máxime con una madre.

La película contiene secuencias inolvidables de una arrolladora fuerza lírica, poética, muy visuales, algunas más propias de un spot televisivo, que logran transportarme dentro de la pantalla durante casi dos horas, alucinando con todo cuanto veo, con la mirada de un Álex Gertrudix (un actor único en nuestro cine) que hipnotiza, con una Lola Dueñas, princesa en su mundo de fantasía cual el Anderea de Pequeño Teatro, con Nawja Nimri guardiana de un secreto que la atormenta y que a brochazo limpio sobre un lienzo trata de expiar.

Escenas al aire libre, de fiesta, de comunión espiritual, en azoteas, en autobuses, caminando sobre puentes, desnudos sobre un colchón bañados por luz purpúrea, purificándose en el contacto con el agua. Hay algo mágico en todo esto. La he visto una vez, y voy a volver a verla, sin duda, porque a veces (las menos) una vez no es suficiente, no para entender una obra como esta, sino para disfrutarla en toda su plenitud.

1.536 espectadores han visto esta película estrenada en mayo del presente año, según datos del Ministerio de Cultura. Si alguno caéis por esta blog, ya me diréis qué os parecido esta película tan especial. La puedes ver aquí.

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