Dirección: Hans Horn.
País: Alemania.
Año: 2006.
Duración: 95 min.
Género: Drama, suspense.
Interpretación: Susan May Pratt (Amy), Richard Speight Jr. (James), Niklaus Lange (Zach), Ali Hillis (Lauren), Cameron Richardson (Michelle), Eric Dane (Dan).
Guión: Dave Mitchell y Adam Kreutner.
Producción: Dan Maag y Philip Schulz-Deyle.
Música: Gerd Baumann.
Fotografía: Bernhard Jasper.
Montaje: Christian Lonk.
Diseño de producción: Frank Godt.
Vestuario: Kissi Baumann.
Quien va a la deriva es muy posible que fenezca ahogado con los pulmones encharcados y la cara abotargada. Algo parecido supone el visionado de esta película que hace del aburrimiento su carta de presentación.
La historia es tan mínima que puede resumirse en pocas líneas.
Un grupo de amigos, se reúnen cinco años después de su último encuentro a bordo del yate de uno de ellos para celebrar el cumpleaños de uno de los asistentes. En el yate se dan cita tres parejas y la hija de pocos meses de una de ellos. A lo tonto, todos se tiran por la borda a darse un chapuzón sin reparar en que luego al no haber echado la escalera no podrán subir de nuevo al yate. Una vez en el agua, la irán palmando, uno de frío, otra, porque decide ir nadando hacia ninguna parte, etc.
Esas circunstancias extremas podrían dar mucho juego con un guión inteligente y bien trabajado, donde plasmar que es capaz de hacer el ser humano en situaciones extremas, para bien o para mal, pero no es el caso. Aquí solo hay algún tibio reproche al capitán del barco por su incompetencia y poco cerebro, confesiónes entre lloriqueos y despedidas pasadas por agua, mientras el aburrimiento y el tedio van haciendo mella a medida que van pasando los minutos, anegando nuestro ánimo y lanzándonos a las profundides abisales sumidos en un estado de semiconsciencia que al igual que esos naúfragos a la deriva hemos de hacer acopio de las fuerzas de flaqueza para acabar de ver la película.
Si esta hubiera explotado más esa fisura erótica festiva que se vislumbra en su comienzo, sacando más jugo del físico contundente de los hombres y mujeres del barco, al menos podríamos habernos alegrado algo la vista, solazando nuestro ánimo lujurioso dejándonos ir por la lujuria y el desenfreno, pero esto solo es un espejismo, fruto del cansancio o del aburrimiento. A la deriva es por tanto una película nada recomendable, que hace aguas, soporizante y aburrida hasta decir !basta ya!.