All or Nothing crítica película

All or nothing cartel película Mike LeighDirección y guión: Mike Leigh.
Año: 2002.
Países: Reino Unido y Francia.
Duración: 128 min.
Interpretación: Timothy Spall (Phil Bassett), Lesley Manville (Penny Bassett), Alison Garland (Rachel Bassett), James Corden (Rory Bassett), Ruth Sheen (Maureen), Marion Bailey (Carol), Paul Jesson (Ron), Kathryn Hunter (Cécile), Sally Hawkins (Samantha)
Producción: Simon Channing-Williams.
Música: Andrew Dickson.
Fotografía: Dick Pope Montaje: Lesley Walker.
Diseño de producción: Eve Stewart.
Dirección artística: Tom Read.
Vestuario: Jacqueline Durran.

Mike leigh hace de esta película un homenaje al ser humano y lo que parece normal acaba siendo noticia, pobladas las películas de burdos personajes que son pura fachada y que en la mayoría de los casos parecen estar hechos de aire comprimido.

En este caso los sentimientos humanos son el motor de la historia, que está rodada en un barrio obrero de Londres en donde viven un puñado de familias que salen adelante como pueden, lidiando con el paro, embarazos no deseados, el alcoholismo, y problemas similares.

Son varias historias las que se dan cita. En todos los casos se trata de perdedores, personas feas, gordas, derrotadas, y eso nos los hace tan cercanos y entrañables. Si señor hay más cosas en Inglaterra además de Beckham, y las ex-Spice Girls

El ser humano se presenta en estado puro. Vemos al taxista vago, la madre pluriempleada, la mujer alcohólica y empastillada, la hija embarazada de un novio despreciable, la adolescente acreedora de las artes seductores de un viejo verde, el gordo protagonista rebotado de la vida, la princesa de los senos en flor que juguetea con los chicos y con un padre vago y una madre alcohólica.

Pero Leigh no cae en el pesimismo, no hace concesiones en el sentimentalismo aunque el telón de fondo sea la tristeza. Los personajes saben donde están y que futuro les espera y viven como pueden sin hacerse ilusiones de ningún tipo, como si el solo hecho de vivir ya fuese una carga.

Cuando Phil (Timothy Spall) divaga con el coche, con la mirada perdida, cansado de vivir, harto de todo, como le dirá a su mujer Penny (Lesley Manville) , es cuando se desborda el torrente de emociones, de pequeños lazos efectivos que tejen las historias de las personas que viven en el barrio.

Leigh nos hace reír y llorar, emocionarnos, abrir los ojos a vidas infelices, y señalar que en Europa, en los países del primer mundo, también hay pobres y que el oropel y la vida cómoda es un espejismo (algo que quedó también patente en Rosetta o en El niño).

El final es feliz, pero para la gente humilde la felicidad consiste en la unión de la familia, el propósito de enmienda, la ilusión por ir a Disneyworld. La conversación que mantiene Phil con su mujer Penny hacia el final de la película es uno de los momentos más conmovedores (sin caer en el patetismo sentimentaloide, sino en la voz que habla desde lo más profundo, desde el corazón desgarrado) que he visto en el cine en mucho tiempo, y el recital interpretativo (Timothy Spall está extraordinario) de todos y cada uno de las actores y actrices de esta película es aplaudir hasta la extenuación. Películas como estas son las que te hacen gritar a los cuatro vientos !Qué grande es el cine!.

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