Azor (2022), supone el debut en la dirección de largometrajes del suizo Andreas Fontana, después de haber dirigido tres cortometrajes. Nos situamos en 1980, en la Argentina de la dictadura de Varela. Allá se traslada un banquero suizo, Yvan De Wiel, acompañado por su mujer. Keys, uno de los empleados del banco ubicado en Argentina ha desaparecido de la noche a la mañana. Yvan, ve desde su coche como los militares cachean a dos hombres. Apenas registrará Yvan nada más de lo que sucede en el paÃs en esos momentos aciagos. Su cometido es contactar con los clientes de Keys, seguir ofreciéndoles sus servicios, en momentos convulsos, donde las élites rapiñadoras quieren mantener sus activos a salvo de la galopante inflación. Los pocos diálogos que Yvan mantiene con sus clientes, Farrell, Augusto o Tatoski (arzobispo que parece el mismo diablo), ya sea en clubs privados, en quintas con piscina o en el palco de un hipódromo, siempre se mueven en el terreno de lo ambiguo, de lo apenas insinuado, como la táctica del jugador que no quiere mostrar sus cartas a los compañeros de mesa. Asà la trama resulta crÃptica pero cautivadora, con un ruido de fondo que logrará desasosegar, o inquietar al espectador.
La sombra de Keys es alargada. ParecÃa ser un hombre que no dejaba indiferente a nadie, odiado y amado por todos a partes iguales. Su desaparición es un misterio que trata de ser explicada con rumores de todo tipo, pero nada concluyentes. Yvan, cuya personalidad mesurada y comedida parece estar en las antÃpodas de la de Keys, ha de hacer de tripas corazón si quiere medirse con esas élites y no quedar en ridÃculo. Asà su viaje a la Argentina viene a ser un viaje conradiano al corazón (aquà vÃscera que late al son de la codicia, la avaricia y la ignominia) de las tinieblas, necesario cuando hay que estar a la altura de la bajeza de sus clientes.
Un notable debut, del que Andreas también es coguionista junto a Mariano Llinás.