Cinema Paradiso (Giuseppe Tornatore, 1988)

Nada mejor para empezar el año que uno de esos clásicos imperecederos, como es Cinema Paradiso, una oda al amor por el cine y por los cines y los oficios como el de operador o los montajes con cortar y pegar como algo literal.

Alfredo y Totó en el Cinema Paradiso

La película es de 1988 y dada su excelente ambientación y todo lo que se ha oído hablar de ella, parece que sea más antigua, pero no, es otro clásico ochentero, sin el espíritu de esa década, sino con uno mucho más eterno y clásico.

Es la historia de la amistad entre Alfredo, un proyeccionista de un cine, y Totó, un niño listo y curioso, apasionado por el cine. Se nos empieza a contar cuanto a Salvatore, más conocido en el pueblo como Totó, le avisan de que su amigo Alfredo ha muerto. En esos momentos antes de volver al pueblo, después de 30 años sin pisarlo, recuerda algunos momentos que pasaron juntos, cuando era solo un niño y ya de joven. Son esos 3 momentos en la vida de Totó los que se cuentan en la película.

Toda la historia revive esa pasión por un oficio y por no perder la esencia de esas salas de cine que muchos hemos todavía vivido de pequeños, en los que el barullo, los escarceos amorosos y sobre todo los buenos momentos, se daban en esos eventos absolutamente esperados durante toda la semana y que tenían una enorme función de entretenimiento de todo el pueblo o el barrio si vivías en una capital.

Quizás como explican en la película el video y la televisión mató a la estrella del cine, pero es una muerte, por más que anunciada, que se resiste a ser completa y todavía hoy el ir al cine es algo que debemos fomentar entre la juventud, más acostumbrada a pantallas más pequeñas y a otras formas de ver el cine, pero que aún se emociona en una sala a oscuras.

Las escenas de la censura es algo que también da una profundidad histórica a la historia, y que no hace tanto que hemos seguido viviendo por España, sin ir más lejos. En los últimos años se ha seguido dando, de una forma no tan cómica como se ve aquí, con el cura solo en su butaca haciendo sonar la campanilla.

Una de las escenas más famosas es con la que acaba la película, el montaje con los besos y las escenas cortadas (literalmente) de las películas, que Alfredo le había prometido a Totó que eran suyas y que le deja como regalo de despedida cuando se va. La canción que suena en el montaje es de Andrea Morricone, la única en la película, cuya banda sonora es de su padre, el recientemente fallecido Ennio Morricone, una banda sonora también ya universal.

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