Hace poco os hablamos de la primera temporada d The End of the F***ing World, esta serie original de Netflix que aunque pudiera parecerlo por el título y por los tiempos que corremos, no es apocalíptica al uso, pero sí representa muy bien lo que le sucede a la descerebrada pareja protagonista de adolestes. Ciertamente el mundo que conocían hasta entonces desaparece para ello
Si la primera parte hablaba de huir, de ser un bicho un raro, de esa transición de la adolescencia a la madurez, de la libertad y del libertinaje, las cosas cambian en esta segunda.
Aunque ambas temporadas tienen ese aire de frikismo y de oscuridad, en esta temporada se cambia la libertad por el conformismo, y tiene un aire de tristeza mucho más profundo.
Y es que el tema principal sobre el que gira la trama es la venganza. Pero no es una veganza a lo Steven Segal o Liam Neeson, que se lían la manta a la cabeza y van arrasando con todo lo que se encuentran por delante con tal de conseguir su objetivo.
Interconectando con la primera temporada y el terrible asesinato que cometieron, la venganza se encarna en una de las alumnas del profesor asesinado. Una víctima, que se como tal, pero con el enfoque equivocado. Naomi era una simple bibliotecaria, de madre dominadora y vida estudiantil truncada de la que el profesor se estaba aprovechando. Pero como dicen en un momento de la serie, engañar para que piense que es amor a una persona que nunca lo ha vivido, es algo sumamente fácil. Y Naomi, a pesar de haber visto a otras chicas pasar por la casa del profesor, piensa que ella es especial. A pesar de no ser bien tratada en muchas ocasiones, se da la curiosa paradoja de que él es quien mejor la ha tratado en su vida. Y aunque eso pudiese haber tenido un final muy diferente, como le ha sucedido al resto de pretendientes del profesor, es historia se ve truncada por el asesinato cometido por Alyssa y James, por lo que ve en ellos a sus enemigos y el objetivo de su venganza.
Con esa premisa, desde luego, las cosas no le saldrán a la primera como espera. La serie hace alarde de su humor negro para poner a los 3 personajes en las más disparatadas situaciones, ante personajes aún más raros que ellos mismos.
Por otro lado Alyssa ha reehecho su vida intentando complacer a su madre y olvidar a James, enterrándose en una anodina y vulgar vida en un lugar tristón y apartado.
Para James las cosas han ido igual de mal. Ha pasado meses recuperándose de las secuelas de su accidente, su padre ha desaparecido y Alyssa y la sensación de libertad que tuvo con ella es lo que puebla su mente.
Por avatares del destino y estrategias de los protagonistas, los 3 acaban, como en la primera parte, embarcados en un viaje, no ya tan iniciático ni de huida, sino de vueltas sobre si mismos, deteniéndose sin quererlo y sin ir por el caminio más recto hacia sus objetivos.
Sentimientos, de lo que representan, de la vacuidad del mundo, de lo equivocados que podemos estar dada la perspectiva, de la felicidad imposible de alcanzar. Como digo, una temporada bastante más triste que la primera, pero que merece la pena como algo diferente que es esta serie.
Para mi es la antítesis total, por temas, por color y por sentimientos de otra serie algo más antigua pero muy recomendable: Pushing Daysies.