Dirección: Paul W.S. Anderson.
País: USA. Año: 2008. Duración: 105 min.Género: Acción, thriller.
Interpretación: Jason Statham (Jensen Ames), Joan Allen (Hennessey), Tyrese Gibson (Machine Gun Joe), Ian McShane (Coach), Natalie Martinez (Case), Jacob Vargas (Gunner), Fred Koehler (Lists), Robert LaSardo (Grimm), Justin Mader (Travis Colt), Max Ryan (Slovo Pachenko), Jason Clarke (Ulrich).
Guión: Paul W.S. Anderson y J.F. Lawton.
Producción: Jeremy Bolt, Paul W.S. Anderson y Paula Wagner.
Música: Paul Haslinger. Fotografía: Scott Kevan.
Montaje: Niven Howie.
Diseño de producción: Paul Austerberry.
Vestuario: Gregory Mah
No sé si es la fiebre o el visionado de esta película pero la vi anoche y dormí fatal, aunque no pienso tomar medidas, porque a pesar de su violencia y su puesta en escena salvaje y desenfrenada no ofrece mucha más violencia gratuita que otras producciones parecidas.
Nos hallamos en el futuro ¿2012? y el protagonista, tras ser acusado de la muerte de su esposa es encarcelado en una prisión de máxima seguridad en una isla. Dentro del penal, hacen carreras a muerte, esto es, los participantes de la carrera la diñan, al tiempo que si consiguen ganar unas cuantas carreras seguidas pueden verse puestos en libertad, eso en teoría.
Nuestro protagonista, es el cachas Jason Staham que muestra un físico rocoso y unas abdominales y pectorales propias de un culturista, y que además de pesas maneja con habilidad la palanca de cambios y es un muy buen piloto.
La directora del penal, una pérfida y maquiavélica mujer (interpretada por Joan Allen) maneja a los presos a su antojo, son tan solo marionetas en sus finas manos, que proporcionan miles de dólares en su bolsillo con cada carrera, dado que las mismas son televisadas a nivel mundial, previo pago por suscripción, con una audiencia ávida de morbo y espectáculo sangriento, que se relame con estas carreras mortales donde al que queda medio muerto se le remata o se le revienta la cabeza como un melón maduro.
El guión no da mucho de sí. El protagonista se junta dentro del penal con otros tres tipos que le ponen el coche a punto. Como copilotos van tías macizas, de pantalones vaqueros ceñidos y tirantes, que muestran sus cuerpos esculturales. La escena en las que salen del autobus para montar en los coches parece propia del videoclip de algún rapero americano, muy dados éstos a sacar a féminas espectaculares.
En el penal no faltan las reyertas, los encuentros violentos que se dirimen a navajazos. Hay lugar también para la venganza y para la enmienda, faltaba más, porque el prota está claro que logrará salir del penal, si bien no sabemos cómo y podrá pasar las horas junto a su retoño, una niña de pocos meses, el cual le hace ir por el buen camino o al menos no desviarse tanto como su ánimo impetuoso le impele.
Los autos parecen sacados de Mad Max, son todo menos bonitos, vamos que no es Speed Racer, sino que van equipados con planchas de acero, metralletas, ventanucos mínimos, etc. La fotografía es apagada, sucia, post-industrial a juego con el vocabulario de los protagonistas y su ética. Ya nos lo dicen, en el penal está lo mejorcito de lo peor: humanos reducidos a bestias sanguinarias, paradigmas de la brutalidad.
La morenaza que acompaña al prota, al cual cuando se pone la máscara le dicen Frankenstein es la jamonaza Natalie Martínez, que alguien conocerá porque fue portada de la revista Stuff, donde posaba con un bikini que contribuyó al “calentamiento global” o al menos parcial, de cierta parte de la población que tuvimos acceso virtual a dichas fotografías.