Diamantes en bruto de los hermanos Safdie está hecha a la mayor gloria del humorista Adam Sandler, que aquà interpreta a Howard, un joyero metido en problemas que para pagar una deuda no deja de endeudarse sucesivamente, cometiendo un error tras otro, que lo abocan al precipicio. Su periplo existencial se narra con un ritmo vertiginoso, donde en la mayorÃa de las escenas (buena parte de ellas en la joyerÃa o en locales de alterne) la divisa es gritar y gritar: todos gritando y a la vez. Pocas ocasiones tiene Howard de estar a solas consigo mismo, y cuando lo hace y toma un mÃnimo de distancia de sà mismo reconoce su figura patética, se ve como un desecho que no parece importarle a nadie, seducido siempre por el fulgor del oro, de las joyas que trajina y con las que se gana la vida, para echarla directamente a perder, porque Howard no busca la redención (ni él se cree, tampoco su mujer, la posibilidad de reconciliarse con ella, al abandonar a su amante) pues como le explica a Garnett, jugador de baloncesto de los Celtics al que consigue engatusar, aquello en lo que está metido es lo mejor que sabe hacer, aunque le cueste la vida.
El peso de la pelÃcula recae sobre los hombros de Sandler, y aunque en muchos momentos su verborrea resulta ensordecedora su cara es un poema trágico en el que las circunstancias irán cincelando su fatal destino. Su interpretación es majestuosa. Como drama y bajada a los infiernos la pelÃcula funciona, y sorprenderá, gratamente, a todos aquellos que esperen una comedia al estar Sandler al mando, al verlo pasearse una y otra vez por el barro sin posibilidad de enmienda.