Dirección: Roberto Santiago.
País: España. Año: 2007. Duración: 104 min.
Género: Comedia negra.
Interpretación: Fernando Tejero (Antonio), Lucía Jiménez (Ana), Luis Callejo (Manuel), Juanma Cifuentes (Javi), Cristina Alcázar (María José), Clara Lago (Laura), Joan Dalmau (Pedro), Alberto Jo Lee (Tsu Wen).
Guión: Juan Vicente Pozuelo, Curro Royo y Roberto Santiago; basado libremente en el relato «El club de los suicidas» de Robert Louis Stevenson.
Producción: Gerardo Herrero, Javier López Blanco y Mariela Besuievsky.
Música: Lucio Godoy.
Fotografía: Juan Antonio Castaño.
Montaje: Fernando Pardo.
Dirección artística: Federico García Cambero.
Vestuario: Cristina Rodríguez.
Imaginemos un grupo de personas de diferente sexo, etnia y condición que acuden a una terapia de la seguridad social a fin de solucionar su problema que no es otro que una tendencia desaforada por el suicidio.
Así conoceremos la problemática de los miembros del grupo, integrado por hombres y mujeres jóvenes, de mediana edad e incluso ancianos. Las causas que les han llevado a esa situación desesperada y nada creíble son variopintas. Uno se siente despechado, porque su mujer le ha dejado por su hermano, otro se siente al borde del precipicio porque está gordo y no se siente querido a lo que hemos de añadir que nunca ha follado si no ha sido pagando, y otro es un ludópata al que entendemos que más de uno le pide lo que le ha prestado. De otros muchos de los asistentes a la terapia no sabemos sus motivaciones suicidas.
El caso es que de ese heterogéneo grupo de personas que quieren suicidarse sin conseguirlo Antonio, Javi y Manuel (el despechado, el gordo y el ludópata) llevarán la voz cantante. Vemos que su afán de suicidarse es algo teórico ya que a la hora de la verdad todos tienden a rajarse sin atreverse a dar ese paso que los lleve al más allá.
Ana, una chica de las de la terapia lleva a la reunión un libro; «El club de los suicidas«, de Robert Louis Stevenson. En ese libro dado que los miembros del club son suicidas de salón, echan a las cartas quien será el ejecutor y quien la víctima o el afortunadO en este caso, porque el que va a morir verá así realizado su deseo.
La idea que tiene cierta gracia, se desvanece a las primeras de cambio con unos personajes que a pesar de algunos golpes hilarantes, transitan demasiado tiempo en tierra de nadie, sin que muchas de esas escenas de transición solo consigan aburrir, más que entretener. Fernando Tejero, sigue repitiendo el mismo papel de Aquí no hay quien viva, abundando en un encasillamiento que los papeles que viene aceptando sólo logra cimentar aún más. Luis Callejo, demuestra lo que ya sabíamos tras ver Princesas, que es un buen actor, que nada bien en diferentes géneros, y eso que aquí su papel tampoco tiene mucho que le permita lucirse. Lucía Jiménez tiene un papel intranscendente, al igual que Clara Lago que sólo permite abultar la nómina de rostros conocidos, como el de Joan Dalmau (Soldados de salamina)
No faltan los chistes previsibles, el humor de sal gorda, los chascarrilos ibéricos, pero para que la historia hubiera resultado graciosa a mi entender hubiera sido preciso haber creado unos personajes que nos hicieran convincente su problemática, sus ganas de quitarse la vida, para que esta comedia negra hubiera ganado altura y no hubiera terciado en una plaza, donde el público sacaba el pañuelo blanco en cada escena, como el error monumental de mezclar el amor, como vía de salvación, en una historia donde todo debería ya estar perdido de antemano. Poca cosa y humor muy descafeinado para una comedia.
Dirige Roberto Santiago (el penalty más largo del mundo)