Dirección: Jorge Algora.
PaÃses: España y Argentina.
Año: 2007.
Duración: 103 min.
Género: Thriller psicológico.
Interpretación: Maribel Verdú (Estela), Daniel Freire (comisario Petrie), Chete Lera (Dr. Soria), Juan Ciancio (Mateo), César Bordón (Octavio), Abel Ayala (Cayetano), Sergio Boris (subinspector Palacios), Óscar Alegre (ValentÃn), Rolly Serrano (Blas), Shahir Jaller (Jesualdo).
Guión: Jorge Algora, Christian Busquier y Héctor Carré.
Producción: Julio Fernández, Susana Maceiras, Harold Sánchez, Fernando Blanco y Adrián Suar.
Música: Nani GarcÃa Silva.
FotografÃa: Suso Bello.
Montaje: Rita Romero.
Dirección artÃstica: Mariela RÃpodas.
Vestuario: Cecilia Monti.
La historia aconteció en Buenos Aires a comienzos del siglo XX. Una serie de asesinatos de niños son visualizados por otro Mateo, el cual tiene pesadillas en las que ve la macabra muerte de los niños y niñas asesinadas.
Cuando se emprende la investigación, los poderes avidinatorios de Mateo se ponen en entredicho, pues se creen más propios de la fantasÃa, según el comisario Petrie. El niño trata de ayudar y sus presencia en los crÃmenes sólo hace empeorar las cosas, como demostrará el fatal desenlace.
La historia se nos cuenta sin sorpresas de última hora, se sabe quien es el asesino en un comienzo y después, en un lÃnea trágica no exenta de frialdad. Mateo vive con su madre Estela, la gallega, la cual comparte cama con el despreciable Octavio.
Los ánimos paternos, con los asesinatos de sus criaturas están crispados, y cuando «la masa» se calienta a veces pagan justos por pecadores, de ahà el tÃtulo de la pelÃcula.
La historia con los mimbres que tiene, y es de agradecer y juega a su favor, rehuye de cualquier efectismo, recreación o morbo. Todo tiene un tono distante, acerado, donde se trata a toda costa de no dar muchos detalles sobre los crÃmenes (nada que ver con lo que sucede hoy, que hay más periodistas que policÃas).
El efectivo montaje hace que la hora y media que dura se pase en un periquete. Las actuaciones son acertadas. A Maribel Verdú, le toca de nuevo interpretar a esa mujer fajada y luchadora. Chete Lara da vida al doctor y Daniel Freire al inspector con cara de poker. El niño Juan Ciancio (Mateo), resulta creÃble en la piel de ese niño atormentado por sus sangrientas visiones. Por último quien se lleva el gato al agua es el joven Abel Ayala, soberbio dando vida a Cayetano, ese niño transtornado.
Tratándose de una ópera prima (Algora habÃa dirigido tres documentales), estamos de enhorabuena por lo que su director Jorge Algora ha sido capaz de crear. Una buena exposición de los hechos, una buena narración, plausibles interpretaciones hacen de El Niño de barro una interesante y notable pelÃcula.