En un mundo libre crítica película

En un mundo libreDirección: Ken Loach.
Países: Reino Unido, Italia, Alemania y España.
Año: 2007.Duración: 98 min.Género: Drama.
Interpretación: Kierston Wareing (Angie), Juliet Ellis (Rose), Leslaw Zurek (Karol), Joe Siffleet (Jamie), Colin Coughlin (Geoff), Maggie Hussey (Cathy), Raymond Mearns (Andy), Davoud Rastgou (Mahmud), Mahin Aminnia (mujer de Mahmud), David Doyle (Tony).
Guión: Paul Laverty.
Producción: Rebecca O’Brien.
Música: George Fenton.
Fotografía: Nigel Willoughby.
Montaje: Jonathan Morris.
Dirección artística: Fergus Clegg.Vestuario: Carole K. Fraser.

Kean Loach sigue década a década hurgando en los problemas que vive nuestra sociedad, a fin de plantear preguntas a las que el espectador, si quiere, puede tratar de encontrar las respuestas. En un mundo libre, aborda el problema de los trabajadores inmigrantes que procedentes de todo el mundo van a parar a Inglaterra, donde son ocupados en trabajos precarios, contratados para breves jornadas, y donde sus contratadores buscan en ellos gente que baje la cabeza y no arme bulla, que pase por el aro sin levantar la voz, generándoles pocos problemas y muchos beneficios; una explotación en toda regla.

Angie (poderosa interpretación de Kierston Wareing) es la protagonista de la historia, la cual trabaja para una empresa como recrutadora de personal. Se desplaza a países del Este y allí promete trabajo a los hombres y mujeres que se pasan por la oficina, al tiempo que les ofrece visados de turista o de estudiante con los que residiarán legalmente unos meses en Gran Bretaña, tras recibir una suma elevada en concepto de comisión.

Angie es despedida a los pocos meses y ante esa situación y con la experiencia adquirida, sabedora de como funciona el negocio, decide ponerse por su cuenta, aprovechando el patio trasero de un bar al que acude a menudo, que hará las veces de oficina al aire libre.

El punto de partida de la película me parece acertado, porque en lugar de centrar la atención
en los inmigrantes (lo que limitaría mucho el alcance de la misma), sitúa la mirada sobre una persona normal, una mujer luchadora, atractiva, que arrastrada por la corriente y la ambición, en su afán por salir de la mediocridad y de esos trabajos precarios y mal pagados que va engarzando durante los últimos años, decide hacer de intermediaria entre esos empresarios dispuestos a contratar trabajadores inmigrantes con papeles o sin ellos a los que pagar salarios ínfimos y los inmigrantes, que dada su desesperada situación no pueden sino aceptar lo que les den, empleados en trabajos en los cuales muchos pierden la vida, sin la formación y protecciones adecuadas o donde son estafados por las mafias que les contratan y que luego desaparecen del mapa con el dinero no abonado por su trabajo.

Hay más frentes abiertos. Angie tiene un hijo en la etapa previa a la adolescencia, al que apenas ve, que vive con sus abuelos. Su absorbente trabajo le permite dedicarle pocas horas, y como le recrimina a Angie su padre, ésta quiere reconvertir el tiempo perdido, esos días que no pasa con su retoño, purgando su sentimiento de culpa con regalos, sean unas zapatillas de deporte, una motocicleta o ampliando el horario para ver la televisión junto a su vástago. Eso hace que Angie viva enfrentada a sus padres, que quieren que su hija se centre, que coja un trabajo y no vaya a salto de mata, que se ocupe de su hijo, que se responsabilice de sus actos, mientras que su hijo, en esa indefinición, sin padre y con una madre ausente en su crecimiento que nunca está ahí cuando la necesita, va afrontando la realidad descarnada que le ha tocado en desgracia vivir, a puñetazos, enzarzado en peleas en el colegio, siendo advertido reiteradas veces por los profesores.

En su andadura empresarial Angie contará con Rose, a la que embarca en su proyecto, la cual a medida que Angie se vaya desmadrando, perdiendo el norte, la pondrá en su sitio, le recriminirá sus acciones, su proceder, su hipocresía. Angie se debate en una lucha interna, que si bien podemos pensar que en un principio la consume, luego su malestar deviene en un ligero escozor fácilmente subsanable; por una parte contribuye a la explotación de los inmigrantes, anque se justica ante sí misma y ante los demás (magnífica la charla que mantiene con su padre, buscando su apoyo, su reconocimiento, por haber sido capaz de poner en marcha una empresa, de forjarse un porvenir, cuando su padre sólo quiere que establezca unas prioridades que sus fuerzas las dedique a su hijo, así como su tiempo) alegando que en sus países de origen están mucho peor que aquí, y tiene ramalazos fugaces de bondad en los que trata de ayudar algunos necesitados, como esa familia iraní de cuatro miembros, a la vez que por las mañana grita y se enfurruña con esos inmigrantes que le recriminan los sueldos no pagados o no puede ofrecerles trabajo, chafándoles el día, empujándolos un poco más al abismo.

Loach pone la cámara y unos actores excelentes desollan la piel de la sociedad con grandes dosis de naturalidad, como es norma de la casa. Cuenta para ello con el habitual Paul Laverty, guionista de la película, que deja su impronta y es capaz de reparar en mil detalles diferentes, de hacer pasar el mundo circundante por sus sentidos y reprocesarlo en unas cuartillas, que luego Loach convertirá en imágenes.

En Madrid, también los inmigrantes hacen colas antes del alba, en las plazas, donde son recogidos en furgonetas por empleadores que los llevan a Dios sabe donde, a trabajar, donde cobran por horas o jornadas, y cada día es para ellos una odisea, por lo que la temática de la película, es extrapolable a España, Francia, Italia, Alemania, Suiza y cualquier país próspero que haya acogido inmigrantes y en los cuales, han surgido mafias, que han trapicheado y se han hecho ricas con el trabajo ajeno y mal pagado de los inmigrantes. Trabajadores a los que se les exige como al resto, pero a los que se les niegan muchos derechos. Desgraciadamente esos trabajos se han convertido ya en algo fijo, estructural, absorbido por el sistema, quedando ciertos empleos sólo en manos de inmigrantes, donde los empleadores van poco a poco fijando las condiciones a la baja; menos sueldo, menos derechos laborales, asistenciales, a no ser que todo esté legalizado y pueda aplicarse la fuerza de los convenios, o se respeten el SMI (ese salario mínimo interprofesional que IU quiere aumentar a 1.100 € si gana las elecciones).

Es necesaria gente como Loach en el panorama cinematográfico actual, que más allá de películas sentimentales o planfletarias (que consigan aflojarnos el lagrimal y poco más), haga como en este caso, una exposición del problema global de la inmigración, donde poner sobre la mesa, el papel de las autoridades, de los empleadores, los trabajadores locales, los inmigrantes, las familias desestructuradas, los hijos violentos y faltos de cariño, las madres irresponsables, los empleos precarios, la violencia latente (más allá de la explicitada en la televisión). Ese caldo de cultivo que germinará en esos ghettos, en esos parques de caravanes, donde viven personas tratadas como animales, vulneradas en su humanidad y en su orgullo, dando a saber en el futuro qué frutos, cuando alcen la cabeza y no toleren ser explotados mas tiempo.

Este es el mundo libre y globalizado que nos ha tocado vivir, donde ahora es posible no sólo explotar a los trabajadores locales sino exprimir más y mejor a personas de todo el mundo, de todas las razas, países y religiones. Los que más ganan, llaman a esto progreso, en plena era de la información.

Nuestra puntuación

1 comentario en «En un mundo libre crítica película»

  1. La película es excelente y necesaria,alguien debe contar las cosas que están pasando. Estamso volviendo a la era de la revolución industrial, donde el trabajo era penoso. Se quieren quitar derechos aprovechándose de los inmigrantes. Pueden ganar todos, los empleadores y los empleados, pero para ello se requiere un mínimo de ética, a fin de que en lugar de ganar miles de millones ganen algo menos y los trabajadores reciban un sueldo justo, es hora de que el capital humano no sean solo estadísticas sino como apunta Loach, gente de carne y hueso, como todos los demás.

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