Dirección y guión: Martin McDonagh.
País: Reino Unido. Año: 2008.
Duración: 107 min.
Género: Comedia dramática.
Interpretación: Colin Farrell (Ray), Brendan Gleeson (Ken), Ralph Fiennes (Harry), Clémence Poésy (Chloë), Jérémie Rénier (Eirik), Thekla Reuten (Marie), Jordan Prentice (Jimmy).
Producción: Graham Broadbent y Pete Czernin.
Música: Carter Burwell.
Fotografía: Eigil Bryld. Montaje: Jon Gregory.
Diseño de producción: Michael Carlin.
Vestuario: Jany Temime
No cabe duda de que los Belgas pueden estar contentos, dado que Brujas, su ciudad medieval mejor conservada se muestra como una ciudad de postal, si bien para la pareja protagonistas, más que de un cuento de hadas, nos hayamos ante un «cuento de brujas», con pistolas en lugar de escobas de pelos tiesos.
En su comienzo vemos como dos matones, Ken y Ray se ven obligados a desaparecer y esconderse en Brujas, siguiendo las instrucciones de su jefe Harry. Una vez en Brujas, Ray se aburre como una ostra, mientras que Ken apasionado de la cultura en general, goza de lo lindo, surcando los canales, empapándose de la historia de la ciudad y disfrutando con todo cuanto ve.
El caso es que Ray en su último trabajo tuvo un desliz y además de despachar a un cura, que era su encargo, se cepilló también a un niño. Ahora el peso de la culpa le atormenta y piensa en suicidarse. Ken, el cual ya ha cruzado la línea de no retorno, quiere ayudar a Ray, pensando que no todo está perdido y que a pesar de los errores siempre hay ocasión para la redención.
Cuando Ken recibe la llamada de Harry las cartas se ponen sobre la mesa y el final es de traca. En primer lugar se agradece el escenario. Hay que decir que la ciudad de Brujas luce bellísima y la película bien puede considerarse un homenaje a la misma. La historia a pesar de su sencillez, tiene su encanto, si bien lo que no me he gustado apenas nada, es cuando Ken y Harry charlan por teléfono y este último emplea el lenguaje tarantiniano (ya sabéis: hostia, joder, puto, cabronazo….) que tanto aborrezco.
De los actores quien se lleva la palma es Brendan Gleeson (Ken) de Farrell y Fiennes encuentro a los dos muy forzados. El primero abusando una vez más de sus tics y su enmarcamiento de cejas, al estilo de puente elevadizo. El segundo haciendo de malo malísimo provocándome más hilaridad que temor.
A fin de hacer la historia más rocambolesca, en ese camino hacia la salvación, en el camino de Ray se cruza Chloë, quedando al instante prendado de ella. La chica no es tan modosita y virginal como luego se verá.
Finalmente también hay un rodaje de una película donde su actor, un menudo americano mantendrá unas conversaciones con los dos asesinos que no tienen desperdicio.
Su principal baza es lo poco trillado de los escenarios, su aire europeo (lastrados por esos guiños Tarantinianos), la naturalidad de los actores y una trama que atesora algún golpe de efecto que ayuda a mantener al espectador en vilo hasta su final, sin escatimar alguna secuencia, que para mí supone una de las muertes más escolafriantes vistas en una pantalla de cine.
Dicen de esta película otros que la han visto, que es una de las más agradables sorpresas de la temporada. A mí me ha gustado, y la hilazón entre el humor y el drama no chirrían, dejándome para el recuerdo una singular película que me hecho pasar un buen rato.