Año 2004
Nacionalidad Francia
Género Drama
Duración 103 m.
Dirección Tony Gatlif
Intérpretes Lubna Azabal (Naima)
Romain Duris (Zano)
Leila Makhlouf (Leila)
Habib Cheik (Habib)
Zouhir Gacem (Said)
Guión Tony Gatlif
Fotografía Céline Bozon
Música Tony Gatlif
Delphine Mantoulet
Montaje Monique Dartonne
Exils, (exiliados), es el título de esta película, pero no un exilio de grandes multitudes huyendo como consecuencia de una guerra o de una catástrofe natural, sino el camino contrario al que en su día realizaron los progenitores del protagonista cuando se vieron obligados a dejar Argel. Zano convence a Naima, su pareja para que lo acompaña a la tierra de sus padres, y poder así recuperar la memoria, al tiempo que sus recuerdos. Ni cortos ni perezosos la pareja se pone en marcha. Pronto los vemos deambular, a pie, en camiones, en trenes, por tierras de Andalucía donde la pareja va a parar a un local en donde vemos una actuación de unos artistas flamencos (con Farruquito como bailador. No se le reconoce con tanto pelo sobre la frente, pero así aparece en los títulos de crédito). Al director, se ve que le gusta la música (la mayoría de las canciones que suenan son suyas), y el protagonista lleva como único equipaje un reproductor portátil con unos cascos, que le acompaña en todas las situaciones, incluso cuando para ganar un dinerillo, trabajan recogiendo fruta en una plantación de Almería (entre los frutales tiene lugar una escena que es un prodigio de erotismo, gracias a Lubna Azabal , vista en Paradise Now, que exuda sensualidad y sexualidad a partes iguales por todos y cada uno de los poros de su piel. Oírla repetir varias veces que lo que más le gustaría es sentir el sexo de su pareja, viniendo de ella, suena a música celestial). Más tarde cogen el ferry que les lleva de España a Marruecos, y luego un poquito a pie y otro caminando, cruzan la frontera que separa Marruecos de Árgel de modo ilegal, gracias a la ayuda remunerada de un guía local. En Argel las mujeres deben ir tapadas, y esto no le sienta bien a Naima una mujer que ha roto con esas tradiciones hace mucho y que para más INRI ni siquiera habla árabe, algo que sorprende a las personas que se cruzan en su camino, pues su nombre y su origen son árabes. La película concluye con la magistralmente realizada escena del trance (si uno se deja caer por esa sala de mujeres cantando, sin saber que hay una cámara filmando, creería a pies juntillas que lo que está viendo son mujeres fuera de sí, presas de algún encantamiento, hechizo, o ritual. Como Perdita Durango, pero bien hecho).
Tony Gatlif (que se llevó el premio al mejor director en el festival de Cannes en 2004) hace una alegoría poética sobre el reencuentro con las raíces, con el regreso al origen, al núcleo, a la esencia de la persona, que es la familia, a los lugares de la niñez que nos son propios, y esas fotos ajadas que nos recuerdan a los seres queridos que ya son polvo. La vuelta al hogar, que nadie tendría nunca que dejar, forzosamente, pero que desgraciadamente es un hecho que se repite a diario, con pateras inundando los mares y campos de refugiados dando cobijo a millones de personas en todo el mundo.
La música juega un papel importante en la película, abrigando a los personajes, con las bonitas canciones que suenan, con una relación entre los ritmos flamencos y los ritmos árabes bastante clara. Los protagonistas son muy eficaces a la hora de llevar a cabo esa búsqueda de espontaneidad, frescura y realismo anhelada por el director, exenta de cualquier clase de artificio y edulcorante
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