Cortometrajes como Sol sol o Verano plantean el despertar sexual de sus protagonistas. En ambos casos jóvenes que no manifiestan a su grupo de amigos cuáles son sus preferencias sexuales, que permanecen ocultas o veladas. En Fabiu, un joven húngaro llega a la casa de dos ancianos para cuidar de una mujer postrada en una cama, dado que los cuidados que le puede prestar su octogenario marido no son suficientes. De una manera muy sutil vemos cómo la llegada del joven opera como el sol sobre el hielo invernal en la piel de Arthur.
Hay aquí por tanto también un despertar, una resucitación del deseo.La llegada del joven es una rememoración, dolorosa, del tiempo que se ha ido, de la acumulación de los años en un rostro cincelado de arrugas. Un despertar de los sentidos, una mano que desea tocar, una nariz anhelante por olfatear las prendas de la primorosa juventud, unos ojos que se deleitan contemplando la belleza masculina.
Un giro final permite poner las cartas sobre la mesa y también el sentido común, pues al final la renuncia es el camino más sensato. Stefan Langthaler demuestra una gran sensibilidad, registrada en los encuadres, en el cariño con el que trata a sus personajes, en esa feroz lucha que Arthur (espléndido el actor Günter Tolar) mantiene contra sí mismo y contra el paso, el peso y el poso del tiempo. Un tiempo ido, o venido como una losa, que mantiene a su mujer en una cama y a él aherrojado a ella. Una pareja que lleva junta toda la vida. Era mi vecina, dice Arthur. No había seguramente para Arthur entonces otra vida que aquella. Lo demás eran fantasías que nunca llegaron a buen puerto.
El cortometraje está disponible en Filmin hasta hoy.