La abadesa (Antonio Chavarrías)

Estamos en la Edad Media, en el siglo IX. Emma es una joven destinada como abadesa a un castillo, con el propósito de que otros abracen la palabra de Dios. Ella será la correa de transmisión.

La juventud e inexperiencia de la joven sorprenden al resto de monjas a su llegada. El pasar las horas dedicada al rezo no parece que le vaya a permitir adscribir a más personas a su causa, así que decidirá salir del Castillo e ir al encuentro de los más necesitados.

Fuera se libra una guerra entre moros y cristianos y un grupo de monjas son un blanco fácil para cualquier espíritu belicoso y sediento de sangre. El hermano de Emma es un soldado que quiere que sus hombres protejan a las monjas y no ve con buenos ojos que su hermana se aparte de la oración y pase a la acción.

Que Emma trate de encontrar por sí misma su propio camino y vaya explorando sus propios límites, al mismo tiempo que va creando sentido de comunidad, es para ella una fuente impagable de conocimiento, en muchas ocasiones doloroso, como cuando le asaltan sentimientos que no es capaz de verbalizar porque no sabe bien qué le está pasando ni tiene tampoco nadie cerca con quien confesarse.

Es a través de la mortificación como Emma es capaz de no sucumbir a sus pasiones, anhelos y deseos, como los que experimenta hacia un religioso que visita a menudo la abadía y que se enamora de ella.

Emma no lo tiene nada fácil, porque entre las monjas también hay voces disidentes. No están allá por gusto, no las mueve la convicción religiosa, sino que la mayoría están en el convento a la fuerza, obligadas por sus familias, bien por haber tenido un hijo que luego les sería arrebatado, por ser lesbiana, contrahecha, etc.

De esta manera Emma ve que la teoría no casa siempre con la realidad, pero hay en ella una energía y una determinación que la impele a no achantarse ni rendirse.

Es esta lucha y determinación, y también la vulnerabilidad y fragilidad la que tan bien encarna la actriz Daniela Brown, como Emma. La película resulta verosímil y emocionante se mire como se mire.

Rodada en el castillo de Loarre, el espectador sentirá la austeridad y la frialdad de la piedra, el hostil entorno helado, el tintineo de las cadenas con las que aherrojan a los presos, el estallido de la violencia y los ahorcados como epílogo; también el tortuoso aprendizaje de una joven expulsada a la vida con un cargo de responsabilidad, que deberá aprender a forjar su personalidad a marchas forzadas, y que verá reconocida ulteriormente sus acciones por quienes más la necesitan: los agricultores, los artesanos, los menesterosos.

Una película notable, no solo en sus aspectos técnicos, sino también en las espléndidas interpretaciones, para ofrecer al espectador una historia original, sin aspavientos, muy convincente que exuda verdad.

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