La edad de la ignorancia crítica película

La edad de la ignorancia cartel películaDirección y guión: Denys Arcand.
País: Canadá. Año: 2007.
Duración: 104 min. Género: Comedia.
Interpretación: Marc Labrèche (Jean-Marc Leblanc), Diane Kruger (Véronica Star), Emma de Caunes (Karine Tendance), Rufus Wainwright (el príncipe cantante), Sylvie Léonard (Sylvie Cormier-Leblanc), Caroline Néron (Carole Bigras-Bourque), Didier Lucien (William Chérubin), Macha Grenon (Béatrice), Rosalie Julien (Laurence Métivier).
Producción: Denise Robert y Daniel Louis.
Música: Philippe Miller.
Fotografía: Guy Dufaux.Montaje: Isabelle Dedieu.
Diseño de producción: François Séguin.
Vestuario: Judy Jonker.

El prota es Marc Labréche casado desde hace dieciséis años con su esposa Sylvie (Sylvie Léonard), la cual es es una adicta al trabajo con la que no folla desde hace un año y medio, según le dice a un compañero de curro, que le replica que el hombre está programado para eyacular cada tres días, que sino luego viene el cancer de próstata, y que pasa el día colgada al teléfono (es la agente inmobiliaria más reconocida de Canadá, como queda patente en el coche que conduce).

El matrimonio tiene dos hijas. Una,la mayor se pasa el día con los cascos puestos o se la chupa a algún vecino. La pequeña también lleva cascos y le gusta jugar a los videojuegos con la nintendo y ambas pasan de su progenitor como de la mierda, tanto en el coche, en casa, en todas partes.

Jean-Marc es funcionario de la ciudad de Quebec, hace un buen trecho en coche y en tren donde cada cual va a la suyo y se ven caras de hastío, entre el ruido de los claxon cuando está inserto en el embotallamiento diario.

En su trabajo «de atención y defensa del ciudadano» debe escuchar y proponer soluciones a los ciudadanos que le van con sus problemas; un separado que vive en la miseria porque tiene que dar cuatro quintas partes de lo que gana a su ex mujer, un maestro de escuela aterrorizado por un joven camboyano delincuente menor de edad que ha amenazado con matarle si no le aprueba a pesar de no ir nunca a clase, un hombre que ha perdido ambas piernas en un accidente automovilístico que él no provocó y al cual el gobierno le reclama el coste de la mitad de los daños, una mujer cuyo marido es cocinero detenido por la policía por el mero hecho de ser árabe, como vimos recientemente en El expediente Anwar).

Él les escucha e incluso les desalienta, porque todo le parece una patraña, una monumental mentira y aunque ellos tienen sus problemas él también tiene los suyos y sus sueños de juventud sus actos anti-sistema ahora son agua pasada que ni mueve molinos ni le quita la sed de la desazón.

La madre de Jean-Marc sufre de Alzehimer y su hijo al que no reconoce solo desea no verla sufrir.

Jean-Marc se evade de ese mundo de mierda a través de la fantasía, así se ve como escritor, de un libro premiado titulado.
«Un hombre sin interés», un libro autobiográfico.
En sus fantasías abunda el sexo, quizá por falta de él y así siempre está la amiga de una del curro detrás suyo, pidiendo que la penetre analmente. El rol cambia. Jean será escritor, político y ella siempre tendrá las bragas en los talones esperando su momento sexual.
A su jefe, una rubia maciza y avinagrada la insertará en sus fantasias sadomasoquistas, pidiéndole ésta que le azote, «que le dé su merecido«. Otra compañera del curro, lesbiana, le pedirá que la cure de su mal, follando con ella se entiende.
También le secunda en sus fantasías una actriz famosa que está ahí siempre que la requiere, incluso en la ducha (la actriz es la guapa Diane Kruger)

La película resulta un poco descompensada porque la primera hora es un cúmulo de gags, un delirio constante, donde Jean-Marc no deja títere con cabeza. Luego se desinfla bastante, con la muerte de la madre de Jean-Marc, y la gesta medieval. Ahí baja el ritmo y los delirios de Jean-Marc sus fantasías eróticas se van poco a poco desvaneciendo, a medida que asume la realidad que le rodea, que a pesar de que pueda ser odiosa y nada gratificante (incluso llega a decir que podría matar a su mujer), es lo que hay y de nada sirve fantasear porque tarde o temprano hay que despertar.

No sabemos que pasará con Jean-Marc, si volverá con su mujer, si se hablará con sus hijas. No importa. La película es una radiografía certera del mundo desarrollado, de la ambición desmedida, de la falta de valores e ilusiones, del triunfo del egoísmo y la insolidaridad. Cada gag es una reflexión. Unas más profundas que otras, pero la película a pesar de su puesta en escena austera y nada artificiosa hace mella por su mensaje directo, franco y sincero.

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